Toyota, Japón. En los torneos cortos, donde los equipos se juegan la vida en cada partido, a veces hay que olvidarse de la filigrana y apostar por el cálculo para alcanzar las metas. Y eso fue lo que hizo ayer Saprissa ante el Sydney FC.
Los morados estuvieron lejos de ser ese equipo que gasta la bola en la cancha, como quisiéramos los ticos de todos nuestros equipos, y se conformaron con pararse bien en el gélido estadio Toyota y controlar las acciones, a veces con tranquilidad, en otras sacando agua del bote como se pudiera.
Y de esa manera se metieron en la semifinales del Mundial de Clubes, tras eliminar ayer a los australianos por 1 a 0, con un golazo trazado con gran visión por Rándall Azofeifa y resuelto con talento por Cristian Bolaños.
Lo demás fue una fórmula que Medford ha venido usando con regularidad en los partidos más trascendentales: mucho cálculo, mucha espuela y mucha confianza en las manos benditas de José Francisco Chico Porras.
Así lo hizo contra el Maratón de Honduras y Pérez Zeledón, por la UNCAF. Y antes resolvió así la final de la Concacaf con los Pumas de México para ganarse el derecho de estar aquí, en Japón.
Un camino válido cuando se logra un resultado histórico como el de ayer. Los morados se metieron entre los primeros cuatro del torneo y van para Yokohama a jugar el jueves con un gigante del futbol mundial, el Liverpool inglés, flamante campeón europeo.
Desentumidos. El arranque del partido fue un dilema para los ticos, pues luego de un disparo de Azofeifa que puso en apuros al portero Clint Bolton, los del Sydney se adueñaron de la pelota y empezaron a tejer su futbol envolvente.
El rival recurrrió a su ordenado planteamiento, le tapó todos los caminos al gol a los saprissistas y les aisló a los jugadores de ataque.
Entonces, cada intento de los costarricenses por ir hacia delante terminaba en las piernas del rival, que de inmediato montaba rápidos desdobles de defensa a ataque.
Por suerte, Porras anda crecido y pudo salvar tres acciones de peligro. Y ni qué decir de Rónald González, el baluarte que no dejó derrumbarse la línea de cuatro.
Ya hacia el minuto 25, Saprissa de nuevo logró equilibrar el juego y se fue al descanso con un poquito más de control del balón.
En el segundo tiempo entró ese gran táctico del futbol, el gol. Apenas al minuto 47, Azofeifa se "comunicó" con Bolaños; este le tomó la palabra, bajó la pelota con el pecho entre dos defensas que le cerraban, y con un toque fino venció la salida de Bolton. Bolaños se despertó de su letargo de la primera parte y puso a su equipo justo donde querían, con la ventaja de su lado para poder jugar con ella.
El resto fue hacer un manejo inteligente ante un Sydney fuerte, bien trabajado, pero escaso en talento. Una y otra vez las intentonas australianas se estrellaron en la ordenada defensiva del Saprissa.
Y cuando más arreciaba la tormenta, expulsaron a Ceccoli, una ventaja que por poco convierte el partido en goleada, pero Saborío no llegó en su día y dilapidó dos opciones claras para sentenciar el juego, cara a cara frente al portero.
Hombre a hombre