Glasgow (Escocia), 14 sep (EFE).- El delantero sueco del Barcelona Henrik Larsson fue capaz de silenciar el que fue su estadio durante siete temporadas, Celtic Park, con el tercer y definitivo gol del equipo azulgrana, que no celebró por respeto a la afición escocesa.
Una afición que le idolatró durante su periplo en el Celtic y que hoy le volvió a demostrar su cariño. Elogiado desde los cuatro rincones del campo, llamado 'rey de reyes' gracias a los 229 goles que firmó con la camiseta verdiblanca, Larsson fue recibido en el Celtic Park con una unánime ovación.
No fue titular, en detrimento del indiscutible Ronaldo de Assís, 'Ronaldinho', quien regresó al equipo tras su lesión. Es más, entró al partido en el momento más crítico del equipo azulgrana, cuando el Barcelona parecía un equipo perdido, a merced de un resucitado Celtic.
Sustituyó, en el minuto 62, a Ronaldinho. Le costó unos minutos adaptarse al juego, tocó un par de balones inofensivos en el centro del campo y rápidamente ocupó su lugar natural, el de ariete.
Allí, a falta de diez minutos para el final del encuentro, con el resultado ya a favor del Barcelona gracias a otro tanto de Giuly, el sueco volvió a hacer de las suyas: aprovechó un grave error del centro del campo escocés recogiendo un balón perdido entre la zaga y el portero, lo controló con el pecho y lo envió suavemente a la red.
Con gesto serio, quizá recordando que su gol mataba definitivamente el partido y las ilusiones de la afición que tanto le adoró, corrió hacia el centro del campo y se dejó abrazar por sus compañeros, sin celebrar su primer tanto europeo con el Barcelona.
A partir de ahí, el equipo se dedicó a controlar el encuentro y a dejarse llevar hasta que el árbitro pitó el final, con media hora de retraso sobre el horario previsto, ya que el partido arrancó a las nueve y cuarto de la noche.
Entonces, Larsson pudo liberar toda su tensión interior: saludó, ya sin los nervios previos al partido, a sus ex compañeros, y se cambió la camiseta con el delantero Chris Sutton.
Aplaudió desde el césped a la afición del Barcelona, pero aún más a la del Celtic. Larsson se acercó a la grada, recordó al público escocés que él tampoco olvidará Glasgow, y se fue a la ducha con la satisfacción del deber cumplido mientras la afición abandonaba el estadio añorando su figura y quizá envidiando al público que disfrutará a partir de ahora con sus goles. EFE.
re/lv