El tenis tiene un nuevo rey y es brasileño, el maduro Gustavo Guga Kuerten. El héroe de su natal Florianópolis en el estado sureño de Santa Catarina dejó salir de su raqueta una magia fluida y elegante, que lo llevó a una nueva realidad: es el consentido del público de su país y la gran esperanza latina, por carisma y méritos propios.
Pero no fue fácil llegar hasta allí. La última final del Roland Garros, la semana pasada en París (Francia), resultó dramática, agotadora y escalofriante en un duelo entre grandes gladiadores de tierra batida (arcilla), que tuvo tres horas y 44 minutos de intriga y suspenso.
Por su carácter tenaz y ambicioso, Kuerten nunca cedió en su empeño por ganar su segundo Gran Slam ante el sueco Magnus Norman, como en la pasada cita parisina ante el español Sergi Bruguera, en 1997, cuando superó a Ronaldo como deportista del año en Brasil.
"Ustedes no se imaginan lo que me sacrifiqué para ser uno de los grandes y estar siempre ahí. No quiero ser un ganador y que luego se olviden. Mi nombre está de nuevo ahí, en la historia de este torneo. Y ese era mi único objetivo, pero por eso no me voy a engreír", dijo Guga con emoción, tras imponerse con parciales de 6-2, 6-3, 2-6 y 7-6 (8-6).
El rey Kuerten obtuvo así el octavo título de su carrera y el tercero de esta temporada, después de las series ganadas en Santiago (Chile) y Hamburgo (Alemania). Un triunfo que le permite continuar la historia de los Guillermo Vilas, José Luis Clerc y Andrés Gómez, los únicos suramericanos que ganaron un Gran Slam en la conocida "Era Open".
Guga lidera la lista de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) y es el centro de atención en Brasil, que lo sitúa en el trono que estaba vacante desde la muerte del tricampeón de Fórmula Uno, Ayrton Senna (1994). Ahora los pequeños torcedores (aficionados) ya no quieren ser futbolistas, sino tenistas...
De niño a grande
Kuerten comenzó a empuñar una raqueta de tenis a los seis años de edad. Durante su niñez, prefería el baloncesto y el futbol antes que el tenis, y solo la insistencia de su padre, Aldo Amadeo, lo forzó a tomar clases de una hora, tres veces por semana, entre los 9 y 11 años.
Después de la muerte de su progenitor, ocurrida en 1985 a causa de una crisis cardíaca mientras arbitraba un partido de tenis juvenil en Curitiba, Gustavo dejó la raqueta por un tiempo, hasta que su madre, Alice, y su hermano Rafael le pidieron que retornara al tenis y que lo dejarían salir a jugar todo el futbol y basquet que quisiera, si volvía a sus lecciones.
Fue al iniciar su adolescencia, a los 14 años, cuando Guga decidió inclinar la balanza al deporte blanco, con su entrenador Larri Passos, quien dirigió su trayectoria desde que este era casi un niño, cuando le apoyó como un padre porque Kuerten había perdido el suyo.
Passos, de 43 años, se ocupó de que Guga creciera como un ser humano y también como un tenista. Vigiló su preparación, pulió su juego y adaptó todo su ingenio para que el muchacho encontrase en la pista, no solo buenos resultados, sino satisfacción por ganar puntos de forma original.
"No es una máquina", explica su entrenador. "Hay que comprender la sensibilidad de un jugador. Pero cuando yo sé que puede, lo empujo hasta decir basta. Porque tiene talento y hay que saber cuándo impulsarlo con más fuerza", añadió.
Antes de convertirse en profesional (1995), Guga tuvo una brillante campaña como juvenil: ganó la Copa Sunshire y el dobles de Roland Garros. Su primer título en el circuito lo ganó en Campinas, Brasil (1996), solo cuatro meses antes de convertirse en el primer brasileño en alzar el trofeo de Roland Garros.
Su imagen desgarbada, el aspecto delgado de sus brazos y piernas, y la barba descuidada que luce a veces confunde con su cara de ángel. Su juego mejora, torneo tras torneo, sin tomar en cuenta que le queda aún un gran margen para progresar.
Un saque demoledor
Sus golpes fuertes contrastan con su físico, pero los envía con rapidez y en el mejor momento. "Cuando golpea, Guga gana", afirmó el viernes pasado el tenista profesional tico, Juan Antonio Marín, vía telefónica desde su casa, en Barcelona (España).
"Tiene una fuerte mentalidad. Su saque es impresionante y es difícil saber hacia dónde va a ir la bola. Pocas veces deja al rival tomar ritmo. Su trabajo de fondo posee golpes ganadores hacia cualquier lado", dijo Marín, quien lo enfrentó dos veces el año pasado, y en ambas perdió: 3 a 0 en Estoril (Portugal) y 2 a 0 en Dubai (Emiratos Árabes Unidos).
Detrás de este gran jugador se halla una máquina que produce ingresos al máximo. La publicidad comenzó a llegar al equipo Guga : bancos, bebidas, seguros, ropa de tenis... Su agente, Jorge Salkeld, no paraba de firmar contratos y la fama del tenista subía.
Su vida transcurre alejado de Brasil, disputando torneos por el mundo, entre enero y noviembre. Pero también es altruista, pues tiene una fundación para ayudar a niños discapacitados y destina una parte importante de sus ganancias a donaciones benéficas.
A sus 23 años, Guga tiene claro sus objetivos. Gracias a la madurez de su tenis y a un programado trabajo, el jugador sueña con otros destinos y ambiciones: su próximo está en Wimbledon (a partir del 26 de junio), aunque él también aludió a las semifinales de la Copa Davis contra Australia (en julio) y a las Olimpiadas de Sydney 2000, como nuevas metas dentro de su dilatada agenda competitiva.
Así que Kuerten podrá asistir a estos acontecimientos, porque aunque ya observa las cosas que le rodean con más calma, su pasión por los nuevos récords que antes le eran inalcanzables, aún le dominan.
Fuentes consultadas: Revistas LíEquipe (Francia), Ace (Inglaterra) y El Gráfico (Argentina); el diario Reforma (México), las páginas oficiales de Guga Kuerten y ATP en Internet, y las agencias Reuters, AFP y EFE. Colaboró la periodista Adriana Quirós.