
Oculto detrás de los anuncios publicitarios en el estadio Miguel Lito Pérez, para evitar el abrasador sol de su natal Puntarenas, aquel pequeño juntabolas se imaginaba gritando sus goles frente a la gradería oeste, allí, donde la torcida Estaçao Primeira alienta al Puntarenas FC al ritmo de la samba, hace bailar a los feligreses porteños y solo se detiene para celebrar las anotaciones del PFC.
Dariel Castrillo soñaba con interrumpir el contagioso ritmo, mientras los porteños de corazón coreaban su nombre al celebrar sus goles.
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Precisamente, ese sueño se hizo realidad el pasado sábado 18 de enero, cuando anotó frente al Santos de Guápiles en la victoria 2-1. Ese día, Dariel extendió sus brazos, como queriendo abrazar a cada uno de los porteños que, desde la gradería estallaron de júbilo por el buen juego del equipo y por la victoria que los sacó del sótano del campeonato.
Pero para que ese mágico momento se concretara, el joven jugador tuvo que abandonar su querido puerto y recorrer prácticamente medio país, para luego regresar como el hijo pródigo.
Hoy lucha junto a sus amigos del barrio por evitar el descenso a la Segunda División, cumpliendo su sueño en la máxima categoría.
“Desde que era niño venía a juntar balones, tanto en Segunda como en Primera División, y siempre soñé con jugar aquí, defendiendo estos colores. Soy oriundo del barrio Fray Casiano, nací con estos colores, y es un orgullo estar ayudando al equipo ahora, cuando más lo necesita”, confesó Castrillo.
El joven extremo, de 23 años, explicó que formó parte de las ligas menores del cuadro chuchequero, pero que, por temas administrativos, nunca había tenido la oportunidad de vestir la camiseta naranja del primer equipo, hasta el pasado Torneo Apertura, cuando finalmente cumplió su anhelo.
“Siempre quise jugar en la Primera División y sabía que tenía que hacer sacrificios. A los 14 años me fui al Santos de Guápiles buscando una oportunidad, y estuve ahí un año. Luego regresé al Puerto y me incorporé al equipo de Juegos Nacionales. De ahí pasé a Alajuelense, donde llegué hasta el alto rendimiento. Después volví a Puntarenas e ingresé al Proyecto de Marineros, en Liga de Ascenso”, añadió Castrillo.

Dariel Castrillo y sus amigos del barrio
Dariel también tuvo experiencia en la Segunda División con el Municipal Liberia, donde alcanzó un título como campeón de un Torneo Apertura, y en Guanacasteca, cuando el equipo logró salvarse del descenso a pesar de haber estado 13 puntos abajo. Más tarde, el técnico Horacio Esquivel lo llevó de nuevo a la ADG, donde debutó en la máxima categoría
“Gracias a Dios se me han dado las cosas. Dios me llevó de la mano, nunca me soltó, y aquí estamos. Siempre fue un sueño jugar aquí. Estos son los colores que yo amo, es mi provincia, y siempre voy a querer dar lo mejor de mí. Eso es un plus para un jugador: tener la dicha de representar a su tierra”, declaró Castrillo.
El habilidoso volante recordó que siempre soñó con jugar junto a sus amigos del barrio en la Primera División. A pesar de haber defendido diferentes colores y equipos, la ambición se mantuvo viva, y esta temporada logró su propósito, formando un equipo aguerrido que se siente como verdaderos tiburones.
“Todos jugamos en el Mosco del Asturias. Por ahí pasaron Kliver Gómez, Anthony Hernández, Jurguens Montenegro, los hermanos Justin y Jorge Roque, y el mismo John Paul Ruiz, que es de Barranca. Casi todos los que somos de acá nos conocemos desde pequeños. Por ejemplo, mi mamá conoce a la mamá de Kliver, y creo que hasta ahora la mayoría nos hemos reunido en la Primera División”, concluyó Castrillo.
