
¡Aquí está el título! Esta exclamación va en dos vías: una, por levantar la copa; la otra, por demostrar que no necesitó la licencia A de entrenador para ser el mejor detrás de la línea de cal.
Ahí, en el banquillo, Vladimir demostró haber pasado por donde asustan. Domó la duda, amansó la crítica y silenció el grito de “Centeno, Centeno” en la grada.
En ese carrusel de emociones que pudieron ser los 30 partidos del Monstruo, el estratega supo manejar la presión de esa silla caliente. Dijo en más de una conferencia de prensa que “habían manudos y heredianos que iban con Saprissa por Vladimir”, pero vayamos en orden.
El 7 de enero a las 4:26 p. m., Patricio Altamirano, encargado de prensa del club, entregó la alineación con la que la S debutaba en el Clausura ante Liberia en el Edgardo Baltodano Briceño. ¡Qué extraño! ¿Por qué Vladimir sale como estadígrafo y no como entrenador? La respuesta: no tenía la licencia A de la Fedefútbol que lo acreditaba como DT morado. Ahí empezó todo.
Vladimir Quesada sale como estadígrafo porque aún no tiene la licencia de técnico. @nacion @PuroDeporteLN pic.twitter.com/tx9LTR0Mlc
— Daniel Jiménez (@DaniJ_cr) January 7, 2018
Luego de un inicio de campeonato con goleadas y en la cima, el tema pasó inadvertido, pero solo era la calma antes de que la inclemente grada morada pidiera su cabeza. En ese entonces nadie lo sabía. Así fue.
Tras perder el liderato y quedar eliminados en Concacaf contra el América, el conocimiento táctico y estratégico de Vladimir se puso frente al escrutinio de afición y prensa deportiva crítica.
Los cuestionamientos iban y venían. El “Centeno, Centeno” se coreó en más de una oportunidad en la Cueva, pero... ¿qué imaginarían quienes lo hicieron que 133 días después de aquella primera alineación en Guanacaste, Vladimir se robaba los aplausos y los cánticos: “Ahí, ahí, ahí está el campeón”...? Ahí está el título que le pedían a Vladimir.
Cuatro meses y 13 días después de su debut, el “estadígrafo” se convirtió en “técnico”. Ojo: aún no ha sacado su pergamino, pero ya entró a un selecto grupo de exjugadores saprissistas que luego hicieron campeón al equipo desde la dirección técnica.
¿Quién diría que una conversación de amigos cambió todo? Una charla de Quesada con Evaristo Coronado —hoy gerente deportivo y por ende su jefe— cambió su estatus dentro de la institución, del camerino y de su día a día en la vida privada en un abrir y cerrar de ojos. Al fin y al cabo así es la vida: todo puede cambiar en un instante.
Cuando Carlos Watson decidió anunciar públicamente su renuncia al finalizar el torneo anterior, Evaristo tuvo una charla con Vladimir, le propuso tomar las riendas del equipo por el siguiente campeonato.
Sin pensarlo mucho, Quesada aceptó. El club lo comunicó como “interino”, pero vamos a ver: son ese tipo de interinatos que si se alcanzan los objetivos, se cambia “hasta que los resultados lo acompañen”.
En ese sube y baja en el banquillo, Vladimir contó con lo más cercano a un guardaespaldas: Víctor Cordero. Su asistente se la jugó por él en más de una oportunidad, no solo ante las preguntas duras de algunos periodistas si no también ante los jugadores y frente a la afición. Tal y como suena: Cordero fue quien más defendió a Vladimir.
Cómo olvidar cuando después del primer 3-3 en el Morera Soto ante la Liga salió a “regañar” —con su estilo ecuánime— a la afición que pedía a gritos su cabeza y también tuvo uno que otro dardo para exjugadores tibaseños que criticaban el estilo de juego del equipo, como Wálter Centeno, por ejemplo.
En dicho mensaje, el asistente técnico hizo alusión a que la institución estaba por encima de todo y eso caló en la hinchada porque comenzaron a llegar los resultados. Si bien al equipo no alcanzó para ser líder general, sí pudo triunfar en la cuadrangular, obligar a una final ante Herediano. Caballo que alcanza gana, dice el dicho y hoy se cumplió.
Y para terminar de graduarse con honores, a Quesada le tocó enfrentarse con un gran desafío, al fajarse en la final con un hombre menos desde el minuto 28 por la expulsión de Heiner Mora. El entrenador no hizo ninguna locura, guardó la ecuanimidad y con acertadas decisiones llevó a sus muchachos hasta la serie de penales para terminar imponiéndose ante la ovación de su público.
El “técnico” vivió su propia fiesta en la Cueva y bordó la estrella 34 del equipo más ganador de Costa Rica.
