Las largas y tediosas sesiones de quimioterapia, el pesar solo 65 kilogramos y no poder mover las piernas debido a la debilidad y el cansancio, quedaron atrás para el futbolista Erick Marín quien el domingo 17 de enero volvió a sentir la emoción de pisar una cancha de fútbol nuevamente.
Por tercera ocasión, el valiente y corajudo volante le ganó al cáncer, enfermedad que en los últimos tres años lo doblegó y lo llevó al límite de su fuerza de voluntad. Donde el dolor, la preocupación y la muerte rondaban su cabeza, pero donde nunca estuvo presente la opción de rendirse.
Erick saltó al terreno de juego defendiendo los colores de Aserrí FC, en la Liga de Ascenso, dejando atrás su enfermedad, de la cual espera estar completamente liberado, tal y como le expresaron los médicos. Los josefinos cayeron 4-1 frente a Puerto Golfito, pero si se quiere el marcador fue más que anecdótico, pues los aplausos se los llevó el oriundo de Pavas, quien mostró una vez más su fortaleza y fe ante la adversidad.
“La verdad fue un regreso mágico. Se juntaron muchas emociones porque tenía dos años de jugar, la última vez había sido con Guadalupe ante Alajuelense. Estaba ansioso, nervioso por volver a jugar. Me llenó de mucha satisfacción estar en la cancha, fue como un sueño por lo que estoy muy agradecido con la institución que me abrió las puertas”, confesó Marín.
El tormento para Erick inició en el 2017, cuando jugando para Limón FC le detectaron un cáncer testicular. Un año después la enfermedad apareció en su abdomen y cuando todo parecía que finalmente la había superado, su suplicio volvió a aparecer en 2019 nuevamente en el abdomen.
“Fueron experiencias muy fuertes. Procesos muy difíciles que me hicieron mejor persona, valorar más el día a día y la compañía de mis seres queridos que han estado conmigo: mi hijo, mis padres, mi novia fueron muy importantes. Dios me dio otra oportunidad, por lo que espero vivir al máximo cada momento, como si fuera el último día. No sabemos cuándo Dios nos va a llamar, por lo que debemos aprovechar y luchar siempre”, comentó Marín.
Los 21 minutos que estuvo en el campo Erick aseguró que los disfrutó como un chiquillo, como un novato que apenas debuta en la máxima categoría, pero con la madurez de un veterano que sabe lo que debe hacer y la experiencia que solo dan los años.
Regalo de Navidad. El volante de 38 años expresó que siempre estuvo en su mente volver a vestirse de corto y entrar a la cancha. Sabía lo difícil que era, pues su cuerpo, debido a los tratamientos, quedó debilitado, tanto que le pesaban las piernas, no podía caminar o subir grados porque se cansaba y le faltaba el aire, pero nunca renunció a su anhelo.
Al terminar su tratamiento en el primer trimestre del 2020 tuvo que enfrentar otro desafío: la pandemia de la covid-19. Con sus defensas bajas y sobreviviente del cáncer, era un candidato a contraer el virus, por lo que tomó todas las medidas para no contagiarse.
“Es claro que tenía miedo porque estaba muy débil. No salía de la casa, usaba mascarilla, me bañaba dos veces al día, evitaba aglomeraciones si debía salir a hacer un mandado o a una cita médica. Los lugares públicos no dejaban de ser peligrosos, pero siempre me cuidé para no contagiarme”, expresó Marín.
El exjugador de Pérez Zeledón, Herediano, Carmelita, Santos, Guadalupe y Limón en la máxima categoría y Barrio México y Aserrí, en la segunda división, empezó a entrenarse en casa motivado con la ilusión de volver a jugar. Aumentó su resistencia, recuperó su masa muscular y parte de su condición física, esperando una oportunidad de demostrar que aún podía aportar al fútbol.
“Hablé con mi hermano Miguel, el 20 de diciembre, quien llegó a Aserrí para este campeonato. Junto con él conversé con el técnico Mauricio Wright, quien me dio una oportunidad en el equipo. Empecé a entrenar con ellos el 26 de diciembre del año pasado, fue como un regalo de Navidad, un premio al esfuerzo de los últimos meses donde trabajé solo tratando de estar bien, para cuando se me abriera la opción de jugar. Además es una gran motivación estar con mi hermano que siempre me apoya”, enfatizó Marín.
De momento Erick no piensa por cuánto tiempo más jugará. No le desvela el retiro, su único deseo es aportar al equipo que le dio la oportunidad y llevar a buen puerto el proyecto de Aserrí que comanda Mauricio Wright. Por el momento guarda las recomendaciones de los médicos que le dieron luz verde para volver al fútbol, pero siempre manteniéndose en control para evitar cualquier eventualidad.
“El que pueda jugar y esté vivo es un milagro. Fue la voluntad de Dios. Es por eso que a las personas que están pasando por lo que yo viví, les pido que no bajen los brazos, que se encomienden al Todopoderoso, que no dejen de creer y aunque el panorama se vea oscuro, que no pierdan la fe. Que no se dejen “matar” por el diagnóstico, que seamos positivos y siempre estén rodeados de buenas vibras para salir adelante y poder cumplir las metas que se propusieron como yo lo hice”, subrayó Marín.