Planear un trabajo para un entrenamiento, montar una jugada de pizarra, definir una convocatoria o hacer una alineación son situaciones que le sirven a Édgar Rodríguez para despejarse por un instante de la ruda realidad que atraviesa.
El técnico del Sporting femenino cuenta que sus días son muy complicados. Es de Poás, Alajuela; pero actualmente vive en el albergue de la Asociación de Lucha Contra el Cáncer Infantil (ALCCI), en San José.
Así se encuentra a tan solo 100 metros del Hospital Nacional de Niños, donde está internado su hijo Felipe, de cuatro años, a quien a finales de marzo le detectaron un tumor en la cabeza.
“Puedo entrar a las 7 a. m. al hospital y salgo a las 8 p. m.; me voy al albergue, me acuesto, me levanto a las 4:30 a. m. para ir a entrenar con Sporting. Salgo del estadio a las 7:30 a. m. y a las 8 a. m. cambio de turno en el hospital con mi esposa Sully”, relató Édgar Rodríguez.
El timonel asegura que la situación es muy compleja y que por momentos siente que se le van las fuerzas. Pasan días sin que pueda ir a Poás y eso significa que no ve a su hija.
“La gente no sabe el sacrificio, no solo la parte física que es cansado, sino la parte emocional, es un desgaste para todos. Es la realidad que estamos viviendo y empezando, porque este proceso va a durar cinco meses y llevamos pocos días de que está internado. Vamos a ver hasta dónde nos dan las fuerzas, hasta dónde aguantamos este trajín”, citó.
Él es profesor de Educación Física en un colegio y ante la enfermedad de su hijo sacó una licencia en el Ministerio de Educación Pública (MEP); pero para eso, su esposa renunció al trabajo, porque solo le daban el permiso a uno.
“Sigo con Sporting porque tenemos que vivir, hay que comer y pagar la casa. Además, me distrae un poquito. El fútbol femenino es una pasión para mí y me da fuerzas para seguir”.
El caso de Felipe. Édgar Rodríguez cuenta que ‘Feli’ tiene cuatro años y era 100% sano, pero lo internaron el 25 de abril.
“Unos 15 días antes empezó con vómitos y creíamos que era normal, pero seguía y llamamos a la doctora de la familia. Lo llevamos y parecía que era un virus”, relató.
Volvieron a casa, pero pasaban los días y los vómitos continuaban. Era una situación que hasta pensaban que podía ser parte de lo normal, del día a día.
De nuevo revisaron al niño y todo apuntaba a una infección en el oído, así que le recetaron antibiótico. Pasaban los días y seguía mal.
Fueron al Hospital Nacional de Niños un martes, le hicieron exámenes de sangre y todo salió normal. Se sospechaba de un virus de vómito y diarrea que podía durar hasta 15 días. Con ese parte médico, Felipe y sus papás retornaron a casa.
“Seguía mal y un día mi esposa se puso a llorar en la noche y me dijo que sentía algo malo. Era un sexto sentido, ese corazón de mamá que no falla y decidimos llevarlo el 25 de abril para que lo viera una pediatra muy buena”.
Él estaba bien, dentro de lo normal, con una energía tremenda, pero de repente las pilas se le apagaban. No tenía dolor ni molestias, pero ese comportamiento era un indicador de algo extraño.
“Le hizo la glicemia y la tenía bajísima. ‘No me gusta lo que veo, necesito que le hagan un TAC ya de emergencia’“, dijo la doctora.
El técnico de Sporting femenino venía saliendo del colegio justo cuando la pediatra mandó a que internaran al niño para que se estabilizara su azúcar en la sangre.
“Ahí durmió mi esposa el viernes. Venía el partido contra Saprissa el sábado y yo no pude ir porque estaba en el hospital y él vomitaba demasiado. Vomitaba diferente, el cuerpo lo hacía diferente y los ojos los hacía diferentes, era algo raro. Le hacían exámenes y decían que clínicamente estaba bien, que debía ser algo en el estómago y que se ocupaba una gastroscopía”.
Un día después pasó viéndolo una pediatra y volvió a pronunciar la frase que ya había dicho otra doctora: “No me gusta lo que veo”. Ella ordenó que lo trasladaran de inmediato al Hospital Nacional de Niños para que le hicieran un TAC con contraste y una resonancia.
“Yo estaba en la casa y me llamó mi esposa que lo iban a pasar allá. Como a las 11 a. m. fue la tragedia, que me llamó otra vez. Yo solo escuchaba gritos y gritos y gritos. Yo le decía a mi mamá que algo pasó. Sully no me hablaba, solo gritaba y en lo que yo pude escuchar trataba de decirme que Feli tiene un tumor en la cabeza. Eso fue terrible y a como yo recibí la noticia, también se la transmití a mis papás y fue un caos”, recordó.
Rodríguez cuenta que ese mismo día operaron a Felipe para hacerle un drenaje, porque tenía la cabeza inflamada de tanto líquido.
“El doctor nos dijo que era para hacer una biopsia y quitar los dolores de cabeza y el vómito, pero que había que hacer una cirugía más fuerte, que fue unos días después. Esa cirugía duró seis horas. Nos dijeron los riesgos, como que quizás no podría caminar, quedar ciego y esas cosas. Es terrible”, relató.
Después de esa cirugía, el doctor les dijo que había una posibilidad de que no fuera tumor y que si era así, ahí se acababa todo. Pero, que por su experiencia él estaba seguro de que había algo. Y que había que hacer una tercera cirugía.
“Estábamos felices de que Feli no tenía el tumor, pero desgraciadamente, dos días después analizan todo lo demás y nos dicen que hay que hacer la operación con un aparato. Se llama cirugía por navegación y que es más invasiva, porque abrían por completo el cráneo y fue terrible la noticia, porque era una tercera cirugía en la cabeza en menos de 22 días para un niño de cuatro años”.
El hijo del técnico de Sporting femenino fue de nuevo a sala de operaciones y después de esa cirugía la evolución fue muy buena, al punto de que a los tres días lo mandaron para la casa.
“Le removieron el 100% del tumor y era algo muy positivo. El doctor nos dijo que había una cosa buena y una mala. La buena es que quitó el 100% del tumor y la mala es que no se veía bien. Él usó estas palabras: ‘Lo veo malito’, pero esperemos la biopsia”.
A Felipe le practicaron una resonancia para ver qué tanto residuo maligno quedó y qué tanto limpio estaba para determinar la ruta de la quimioterapia.
La esperanza creció con una llamada positiva. La resonancia salió limpia y la posición lumbar también estaba negativa.
Hace unos 20 días los citaron a una reunión en la que les iban a explicar todo en cuanto al tratamiento. Al llegar, él vio de nuevo al trabajador social, al psicólogo y a otros profesionales que ya los habían acompañado en el momento en el que les informaron que su hijo tenía un tumor maligno. Así que Rodríguez sospechó que venía otra mala noticia.
Hicieron un nuevo análisis del tumor porque algo no calzaba y él ya ni siquiera ponía atención en lo que hablaban los doctores.
Volvía a ver a su esposa, destrozada y prácticamente desmayada a la par suya. Él trataba de hacerse el fuerte y les dijeron que desgraciadamente el diagnóstico cambió para peor.
“Que es categoría 4, de los más malignos y agresivos, que deben usar la quimioterapia más fuerte y que hay esperanzas todavía, pero que ya el éxito no es tan seguro como hubiese sido con otro diagnóstico, pero que hay esperanza, fe y tratamiento”.
Para eso, Felipe debe estar cinco meses internado en el Hospital de Niños.
“Esa última noticia fue durísima, porque ya todo estaba más o menos calmo y era empezar de cero. Pensamos en nuestra hija, en si él aguantará la quimio o no. La empezó el 23 de mayo. Al día siguiente yo estuve con él toda la mañana y tarde - noche. A las 8 p. m. llegué aquí y a los 15 minutos me llamó mi esposa pegando gritos otra vez, porque convulsionó dos veces”.
Rodríguez salió corriendo del albergue, desesperado y para hacer nada, porque no podía entrar, pero es que tampoco se podía quedar en esa habitación donde estaba solo, sintiendo que se volvía loco.
“Me devolví y como a las 11:30 p. m. me llamó para decirme que le iban a hacer un TAC de emergencia porque había algo anormal. A medianoche otra vez me llamó atacada llorando, porque algo salió en el TAC, pero que yo tenía que estar presente para que dieran el resultado”, relató.
Y agregó: “Imagínese, en estos 100 metros paré tres veces para vomitar y no podía. No podía ni caminar, me temblaban las piernas, porque yo temía la peor noticia del mundo, como que había otro tumor, o que no iba a sobrevivir”.
Al llegar, el alma le volvió al cuerpo.
“Gracias a Dios no era tan grave, fue que le aparecieron dos sangrados en el cerebro, que no se sabe si era de las operaciones que es normal que pueda darse, o de las convulsiones, porque por la quimioterapia vomitó todo ese lunes”.
Eso sí, había que hacer otra cirugía prácticamente de inmediato.
“Fue menos invasiva, pequeñita, de una hora y resto, donde le drenan el sangrado y le dejaron los drenajes como unos cinco días. Salió bien de la cirugía y fue tan exitosa que siguieron con la quimio y ya pasó la semana uno. La semana uno es de lunes a viernes quimioterapia todos los días, la semana dos solo le ponen el lunes y en la semana tres igual”.
Dijo que Felipe está estable, anímicamente bien, come, desayuna, juega, pero tiene las defensas en cero. Las transfusiones son esperanzas y la evolución ha sido buena.
“Hay una pequeña posibilidad de que en la cuarta semana le den el egreso, lo manden a la casa unos tres o cuatro días, es parte del proceso, porque tiene defensas para salir, pero no para aguantar la quimio que sigue, entonces iría a ver a mi hija”.
Felipe se encuentra aislado, en un área del hospital en la que quien lo acompaña ni siquiera puede usar el celular. Eso implica que cuando él no está ahí con su pequeño, está incomunicado, sin saber novedades. Y lo mismo ocurre con su esposa.
“Uno se levanta en un puro nervio. Mi esposa se pone mal, está deprimida y él me dice que se quiere ir a la casa. Uno se quiebra a cada rato, pero hay que tratar de hacerse el valiente para no transmitirle eso, que él se sienta lo más cómodo posible”.
Édgar Rodríguez afirma que la atención, la parte humana y todos los cuidados han sido espectaculares, tanto el hospital como en el albergue.
Días duros. “Cuando jugamos contra Dimas Escazú yo iba a dar la charla a las 6 p. m. y a las 5:50 p. m. me llamó ella y se puso a llorar, porque estaba muy triste, que nos va a costar esto. Fue algo así como trague grueso, séquese las lágrimas y cambie el chip para seguir. Es muy difícil”.
Reflexiona y no sabe cuánto vana aguantar a ese paso, pero asegura que él está con muy buena disposición, pidiéndole a Dios y con muy buena actitud, pero también sabe que lo emocional y lo físico se resiente.
“A mí no me gusta hacerme la víctima, pero sí les digo a ellas que si supieran el esfuerzo que yo hago para estar ahí en cuanto a tiempo y disposición, si se dieran cuenta, se matan en la cancha por mí y no perdemos un partido, porque yo trato de ser muy profesional con ellas. Es parte de...”, relató.
Y agregó: “El equipo me ha acuerpado mucho. Osael Maroto me ha dado un apoyo como si me conociera de toda la vida, el cuerpo técnico también. El día de las convulsiones me fui a las 2 a. m. del hospital y no pude ir al entrenamiento y no pasa nada, trabajaron, hay una parte de solidaridad muy buena que me ha dado un soporte importante”.
Rodríguez insiste en que la situación es muy dura, algo que traspasa lo que hubiera imaginado, porque aparte de la enfermedad como tal, él a veces se quiebro al pensar lo que tiene su hijito.
“Viene la parte de lo complicado, no puedo ver a mi hija, no veo a mi esposa, no estamos juntos, no puedo llamar a nadie, mi hijo está internado enfermo. Mis papás están destrozados, mis suegros, mis hermanos (...) Tengo que salir adelante, porque si no me voy a enfermar”.
Pero entre todo eso, está el fútbol femenino, que le alivia los días duros.
“Esto de Sporting me ayuda, porque aparte de que me apasiona y me encanta, además recibo económicamente el pago que me sirve, es algo que me ayuda a mí a despejarme”.
Y ver a sus pupilas en semifinales es algo que lo llena, porque el equipo ya logró algo que no consiguió en el torneo anterior.
Este miércoles se jugarán los partidos de vuelta de las semifinales del Apertura 2022. Alajuelense recibirá a Sporting FC a las 7 p. m., en una serie que las leonas van ganando 2 a 0.
Una hora después empezará el duelo entre Herediano y Saprissa FF. Las florenses tienen una ventaja de 1 a 0.