Corrían los años sesenta allá en Naranjos Agrios de Tilarán. Yo era un mocoso en aquel mundo duro y pequeño, pero libre, inmensamente libre. Y allí, como en los demás rincones del país, la bola de cuero en gajos arrastraba las pasiones.
La cancha en la hacienda La Argentina era parte de la plazuela donde pastaban los caballos de las jornadas diarias, más los de los viajeros, casi siempre procedentes del lado de Guatuso y con rumbo hacia la ciudad de Tilarán.
Una tupida hilera de naranjos y alambre de púas marcaban el límite de la plaza, y los visitantes amarraban las bestias a la cerca.
A mí solo me tocó ver machetes encubiertados colgando de las albardas de cuero crudo, pero me contaron que tiempo atrás los jugadores guindaban las cutachas de los naranjos, para tenerlas a mano.
Mi equipo, el de La Argentina, pretendió llamarse Rácing, como el del sur, pero entre broma y broma no pasó de ser conocido como El Rasquin, porque los futbolistas se rascaban y rascaban ante el ataque de las garrapatas.
¡Era un equipazo! Recuerdo a Toño Solís en la puerta. Víctor Álvarez, defensa derecho; Memo Marín, central, y Javier Campos, izquierdo. Rafita Chacón y Fernando Álvarez eran los volantes, mientras Adrián Solano, Licho Solís, don Tito Calderón, Miguel Sáenz y Mario Barquero iban por los goles.
Como si fuera poco, quedaban junto a los naranjos Chango Silva, Villo Castro, Mario Campos, Elías Campos y Elio Bustos, entre otros, a la espera de meter pata, muchas veces pelada.
¡Había cinco delanteros! ¡Qué sabrosura! Cinco delanteros contra tres defensas. Pero no se crea que era un jamón. El equipo rival también se plantaba igual y se le venía encima a la retaguardia de El Rasquin.
Salí de allá. Pasaron los años y el futbol cambió hasta el punto de llegar a mandar un equipo a la cancha con un solo delantero y, el colmo, sin uno, siquiera.
Pero un día apareció Badú en Costa Rica y –¡por fin!– volví a ver hasta cinco atacantes en nuestro balompié, incluso en la Selección Nacional. Por eso no olvido al brasileño, ni a quienes lo echaron con argumentos risibles y hasta infames. Por cierto, ¿dónde están?
Ahora, con don Rodrigo Kenton a cargo del equipo nacional, la vocación es ofensiva otra vez. Esta oncena tricolor ataca y gana. Busca el gol sin temores. Sabe que el “triunfo marcha en fila india tras aquellos que arriesgan”. Por eso me gusta la Sele .