Sábado 7 de enero del 2017. En los sillones para el público ubicados frente a la Tienda Forever 21, en Plaza Lincoln. Me senté en uno de ellos con la intención de continuar con mi lectura de la novela Suite francesa , de Irène Némirovsky (1903-1942), escritora judía de origen ucraniano; sin embargo, me distrajo el “diálogo” entre una pareja que se sentó a mi espalda.
Lo confieso: mi intención original era sumergirme en ese libro que me tiene atrapado, pero terminé cerrándolo y “parando la oreja” para escuchar aquella “conversación” en la que uno de los “contertulios” hablaba de fútbol y el otro de compras.
Palabras más, palabras menos, esta es la historia:
—Pues sí, mi amor, vieras qué golazo metí hoy —dice él—. Todo el mundo me felicitó por la categoría de gol.
—Mi vida —“responde” ella—, estoy tan contenta con las botas que me compré en oferta. En la ventana de la zapatería decía que había descuentos del 30%, pero la muchacha que me atendió me aplicó un 40%. ¿Verdad que están bellas?
—Yo pensaba ‘lástima que mi amor se perdió de ver el golazo’. Si hubieras estado con la barra hubiera corrido a dedicártelo. De todos modos, formé un corazón con mis dedos para que quedara claro para quién era ese pepinazo.
—¡Me quedan a la perfección! Como hechas a mi medida. Y no compré otro par de color café que me encantaron porque no había de mi número.
—Fijáte que a Eduardo le pasaron la bola en la media cancha, se burló a dos y corrió hasta la línea de fondo, pero justo cuando iba a centrar le pegaron una clase de patada que el árbitro expulsó al defensa y pitó tiro libre.
—Con lo que me ahorré al no comprar otras botas me compré este bolso. ¿No ves qué grande? Lo que me gusta es que le cabe de todo, así no tengo que estar pasando las cosas de un bolso a otro. Quiero ver a mi hermana cuando lo vea, fijo me lo envidia y corre a comprarse uno. ¡Conozco a mi gente!
—Jiménez cobró el tiro libre. ¡Ese mae sí es bueno, un gran pasador; donde pone el ojo pone la bola! La tocó con la zurda, apenas globeada, como acariciada, al centro del área.
—Mi vida ¿usted me va a comprar la lencería que me prometió? Aquí venden unos jueguitos muy bonitos, para lucirle a mi amor.
—Uno de los defensas la cabeceó y la dejó picando como a dos metros del área grande, un poco en diagonal al marco.
—Ya los tengo vistos. ¡Divinos! Te van a encantar. ¿Por qué no vamos de una vez y te metés conmigo en el vestidor? ¿Ah, bandido?
—Ni lerdo ni perezoso la pegué de seguido y entró en el puro ángulo. El portero se lanzó, pero ¡qué le iba a llegar!
Ella se levantó, lo tomó a él de la mano y se fueron caminando por el pasillo. Supongo que en amena “conversación”.
