
Juan Gabriel Calderón finalizó el juego. Saprissa empató 0 a 0 con Alajuelense y clasificó a la gran final. Los morados se abrazaron, Wálter Cortés se retiró del campo gritando con fuerza la victoria para ser escuchado por todo el Morera Soto, Jimmy Marín le celebró de frente a la gradería, lo hizo sin escrúpulos, todo el país lo vio. El Monstruo sonrió en patio ajeno, gritó y disfrutó.
Del otro lado, con la camisa rojinegra la afición cansada, golpeada anímicamente y con un sentimiento de humillación reflejado en sus acciones explotó. Los aficionados explotaron sin enconder su ira ante los propios jugadores, personeros de seguridad y quien se les pusiera al frente, al punto de destruir un portón: fue solo la imagen de cómo quedó la Liga después de la eliminación.
El cuadro manudo, el equipo de los más fuertes contrataciones y con una estructura de divisiones menores para envidiar pende de un hilo muy delgado, porque los ‘benditos’ resultados deportivos son los que al final mandan en el fútbol y la Liga en su equipo mayor masculino no los tiene. La paciencia de su afición no se mide por el CAR, tampoco por los títulos de los cachorros o las grandes temporadas de las ‘Leonas’ y menos por los ‘fichajes bomba’. Todo eso quedó en el olvido en el empate con la ‘S’.
Saprissa tiene un ADN diferente, eso está clarísimo y comprobado. El torneo pasado llegó como cuarto lugar, luego de una inestabilidad increíble en el certamen regular y en las fases finales se transformó en el plantel que mete miedo, al que todos le huyen, el que en su casa con solo su afición ya va ganando 1 a 0.
Ahora, un certamen después repitió la fórmula y ya está en la gran final, con la ventaja de que al cuadro de Iñaki Alonso se le ve una idea más clara de fútbol, se le notan combinaciones mortales como la que hacen Jimmy Marín y Christian Bolaños, además de que se le destaca un orden defensivo que no tenía en la edición anterior.
Saprissa en el Morera Soto sabía lo que tenía que hacer: aguantar su ventaja, neutralizar las bandas manudas y ganar por las alturas. La ‘S’ de vértigo, intensa y fuerte en ofensiva es para el Ricardo Saprissa; de visita no hay riesgos, en cambio sí mucho sacrificio y hormonas.
El mejor hombre en la casa del León fue Aarón Cruz, quien paró un penal y tuvo dos intervenciones de lujo para acabar con cualquier esperanza manuda. De la Liga hay que destacar que tuvo el balón, además que, contrario a la ida, fue un equipo punzante que buscó, que generó, pero también careció de creatividad para abrir el cerrojo.

Hombres como Celso Borges, Ian Lawrence y Alonso Martínez fueron el alma del plantel, pero su esfuerzo no bastó. Otros como Marcel Hernández, Aarón Suárez o Daniel Arreola buscaron el traje de héroes, pero quedaron muy lejos de alcanzarlo. Hernández pecó de individualista, Aarón fue víctima de una pésima ubicación de parte de su entrenador y Arreola tuvo el penal que todo el Morera Soto quería en sus pies y lo desaprovechó.
Al final, a la hora de las valoraciones, el presidente Fernando Ocampo sacó pecho del doblete de hace un año (la Liga fue monarca de Costa Rica y de Liga Concacaf), pero en un equipo como el encabezado por él desde el 2016, sólo dos cetros generan frustración, enojo y hasta acciones injustificables de la afición, jugadores y directivos. En la acera del frente llevan siete celebraciones en el mismo tiempo, igual que Herediano.
Saprissa con su sangre diferente, su orgullo que siempre marca diferencia y un entrenador más táctico, al menos en la serie que su colega erizo, logró poner nuevamente a la Liga en crisis, crear un caos, el León convulsiona de enojo, de frustración... La paciencia del corazón manudo: su gente, otra vez se agotó.
