Carmelita venía en decadencia desde el inicio del Clausura 2019; sin embargo, nunca se vio descendido, es más, sus actitudes siempre fueron como si la situación en algún momento mejoraría.
No obstante, un gol en un estadio alejado del Rafael Bolaños, específicamente en el Jorge Hernán Cuty Monge, hizo que la frustración llegara, la decepción y la impotencia.
Carmelita jugó su último encuentro con orgullo, como un equipo que se jugaba la vida y aunque no fue un plantel que le pasó por encima a su contrincante sí lo incomodó, hizo sudar para revertir el marcador y cumplió con todo: tuvo concentración, ganas, hasta ese fatídico minuto 59 en el que su diana quedó opaca por la primera de la UCR, su acérrimo rival en la lucha por no descender.
Carlos Montenegro marcó de cabeza, mientras celebraba le pedía a su banquillo respuestas: '¿Cuánto va el otro?', gritaba. Desde el banco le enseñaban los dos puños cerrados; señal inequívoca que el marcador de académicos y limonenses era 0 a 0, empero segundos después todo se vino al suelo.
Pablo Morera, compañero de zaga de Montenegro, era la conexión entre su banquillo y los jugadores; él se acercaba cada cinco minutos a donde el técnico Fernando Palomeque para consultar sobre cómo iba La U.
Morera fue y Palomeque con un semblante serio y sin mucho aspaviento le dijo: ‘Ya ganan’. Como buen canal Morera cumplió con el comunicado a sus otros compañeros; no obstante, el golpe anímico fue demasiado fuerte.
Nextaly Rodríguez se tomó la cabeza y volvió a ver al cielo, Bryan Orúe empezó a caer en juego agresivo y Kevin Chamorro empezó a actuar acelerado en el arco como si la presión se lo carcomiera poco a poco, por una salida en falso suya empató San Carlos.
"Por ahí alguien nos comentó lo del resultado, eso anímicamente les pegó montones a los jugadores y pues bueno nos vinimos completamente abajo", aceptó sin reparos el técnico Fernando Palomeque.
Los goles de San Carlos fueron ingratos, golpearon y hundieron más a un cuerpo que ya no reaccionaba. El lateral izquierdo Jorge Gutiérrez, fuera por lesión, vio desde la zona de palcos cómo sus compañeros se desmoronaban, ya ni ganas se notaron los últimos 15 minutos.
Gutiérrez, con lágrimas, confesó que tragó fuerte y no por él, sino por compañeros que quedarán a la deriva porque no tienen claro el futuro deportivo; en su caso sí hay pretendientes.
"Es un día doloroso, sabemos que estamos en un momento amargo. Entrar al camerino y ver a todos llorando pues es difícil. Yo me voy orgulloso de Carmelita. Gracias a Dios tengo bastantes propuestas acá en el país y una afuera, pero ahorita es lo que menos me importa porque yo tengo opciones pero otros compañeros no, entonces hay familias detrás de esto y no es fácil, no es fácil lo que viene", recalcó.
Las imágenes del cierre del partido fueron como las de la mayoría de descensos: lágrimas en cada jugador que actuó, desazón en la directiva del club. Al final, en la intimidad de su camerino muchos se despidieron como si no volvieran a la institución verdolaga, algunos hasta se llevaron el uniforme como recuerdo.
Carmelita sintió la crueldad del descenso durante 31 minutos y le pegó de frente, sin compasión para causar llanto sin consuelo.