En la tarde del domingo 10 de abril del 2016, Claudio Ranieri se acercó a sus jugadores, los felicitó, saludó al público. De camino a los vestuarios del Stadium of Light –casa del club Sunderland, de la Liga Premier del fútbol de Inglaterra–, mientras las cámaras lo seguían con detenimiento, Ranieri hizo una mueca y tragó grueso: controlaba las lágrimas.
Lágrimas que, de haber sido derramadas, no hubieran sido en vano. Desde ese momento, desde esa tarde, el nombre de Ranieri quedaría escrito para siempre en la historia del fútbol británico y en los del club que entrena: el Leicester City, improbable líder –a falta de 5 fechas– de una de las ligas más competitivas del planeta.
Con la victoria por dos goles ante el Sunderland, el Leicester City aseguró su presencia el próximo año, por primera vez desde su fundación, en la Liga de Campeones de Europa, por mucho el torneo de clubes más importante del planeta. Además, tiene el título de campeón de Inglaterra a tiro de piedra: de las cinco fechas restantes, solo necesita ganar tres.
No es gratuito que a Ranieri le hayan asaltado las lágrimas mientras abandonaba el campo del Estadio de Luz. No son gratuitas las emociones que se aglomeran en el pecho de un hombre cuando se piensa en el camino recorrido en contra de todas las probabilidades y contra los rivales multimillonarios.
¿Cómo llegaste hasta aquí, Ranieri? ¿Cómo llegaste hasta aquí, Leicester City?
¿Cómo se forjó la historia de la más reciente cenicienta que se apresta a dejar su nombre, para siempre, en la historia del deporte?
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Hace 365 días exactos, el futuro del Leicester City cambió de forma dramática.
En el 2014, el equipo había asegurado su pase a la Liga Premier –la máxima categoría del balompié en Inglaterra–, pero su paso por la principal competición había sido trágico: en los primeros 29 partidos de una temporada que se extiende a 38, el equipo había perdido 18 y se encontraba en el último lugar de la clasificación.
La opinión de los medios deportivos británicos –históricamente reconocidos por ser despiadados– era unánime: el Leicester estaba condenado a descender de categoría, tras solo un año entre los pesos pesados. La presión sobre sus jugadores y sobre Nigel Pearson, su entonces director técnico, era monumental ante la debacle.
El club fue fundado en 1884. Hasta ahora, su mejor resultado fue un segundo lugar en 1929. Foto: AFPPero hace 365 días exactos, algo cambió. El 17 de abril del 2015, el Leicester City ganó apenas su quinto juego en la Liga Premier. Y luego otro. Y otro. Y otro más. En los últimos 8 partidos de la temporada, el Leicester se las ingenió para conseguir 19 puntos, los mismos que había conseguido en los primeros 29 juegos. Con esa racha, que maravilló a propios y extraños, y que la prensa exaltó como un relato de heroísmo, el equipo alcanzó el puesto 14 de entre 20 y pudo permanecer en la máxima categoría.
Parecía que el Leicester se preparaba para una temporada 2015/2016 reposada y tranquila. Las ambiciones eran escasas: mantenerse lejos del riesgo del descenso sería considerado un gran éxito para toda la organización. Fue entonces cuando la dirección del club decidió despedir a Pearson y contratar a un sospechoso poco probable.
El currículo de Claudio Ranieri habla de una enorme experiencia, pero no de tantos éxitos ni victorias. Revisar su paso por distintos equipos de Italia, España y el Chelsea de Inglaterra es seguir una línea de tiempo de constantes despidos y renuncias anticipadas.
Apenas un año antes de que el Leicester City lo presentara como su nuevo director, Ranieri había vivido el punto más bajo de su carrera. Solo 114 días después de haber sido nombrado entrenador de la selección de Grecia, fue despedido por sus malos resultados, incluyendo una histórica y humillante derrota por tres a cero ante Islas Feroe, uno de los equipos con menor tradición deportiva en Europa.
Una vez más, la prensa se volcó en contra del Leicester. Un documental publicado por NBC mostraba a una decena de medios británicos que daba por sentado el descenso del equipo; otros tantos apostaban, con seguridad, a que el primer técnico en ser despedido sería Claudio Ranieri.
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En la mañana del 8 de agosto del 2015, antes de que el Leicester City recibiera en su estadio precisamente al Sunderland para comenzar su actual campaña, las casas de apuestas daban al equipo por muerto. Apostar por la ínfima posibilidad de que el Leicester terminar como campeón pagaba 5000 a 1. En cambio, sí era el favorito, con 3 a 1, en otra categoría: descender.
90 minutos después, cuando el Leicester se alzó con una victoria de 4 a 2, sus posibilidades empezaron a mejorar. Hoy es el favorito absoluto, por primera vez en su historia de 132 años sin títulos nacionales.
Su cuento épico ha estado marcado por una seguidilla de héroes que, partido con partido, han logrado destrozar el statu quo.
El estadio King Power podría ser el escenario de la consecución del primer título del equipo. Foto: WikiMediaComo sucedió el 6 de febrero pasado, cuando el Leicester, cuyo gasto en planilla es de $32.5 millones –una cifra modestísima en su contexto– visitó al Manchester City, el equipo más caro de Inglaterra con una planilla que cuesta $473 millones, la más cara de la liga de fútbol más cara del mundo. “No solo están derrotando al equipo con más dinero en esta tierra”, dijo un narrador británico cuando el Leicester anotó el 1-3 con que salió de Manchester, “lo están destrozando”.
También pasó el 28 de noviembre pasado, cuando Jamie Vardy, goleador del equipo, rompió el récord de más partidos consecutivos con una anotación. La racha se extendió hasta 11. Vardy creció en un entorno violento, perteneció a una pandilla, llevaba una tobillera electrónica para estar controlado por la justicia y trabajaba en una fábrica. Jugó en varios equipos de ligas aficionadas, y hace 15 años se le dijo que nunca podría dedicarse al fútbol de forma profesional por su baja estatura. Hoy, con 21 goles, Vardy es el número 2 en la tabla de goleo de la liga inglesa.
Vardy no es el único miembro del Leicester que ha visto días complicados. De hecho, el grueso del plantel conoció una historia de rechazos, sobre todo de los clubes con más dinero y tradición del país. Danny Simpson fue rechazado por el Manchester United y el Newcastle, y jugó en la segunda división de Bélgica. A Robert Huth lo descartó el Chelsea. Danny Drinkwater se formó en el United, que lo rechazó, y al arquero Kasper Schmeichel lo despidió el Manchester City. N’Golo Kanté y Riyad Mahrez –principal candidato a ser nombrado mejor jugador del año– recién jugaban en la cuarta división francesa.
Marc Albrighton, que fue desechado por el Aston Villa, anotó en el primer encuentro de esta temporada y, cuando celebró, alzó sus manos al cielo: le dedicaba el gol a la madre de su novia, que un mes antes había fallecido en un atentado terrorista. Después del partido, Albrighton dijo: “Después de una tragedia así, ves las cosas de forma distinta. Te pone a pensar en qué es importante y qué no”.
Un equipo que lleva una temporada derrotando a la historia y al dinero parece tener muy claro qué es importante y qué no.
Cuando este artículo se publique, se cumplirá un año exacto desde la última vez que el Leicester City estuvo en el último lugar del fútbol inglés. Si los resultados son propicios, el equipo podría estar a solo tres puntos de alcanzar el primer título de su historia.
El día en que Claudio Ranieri no tendrá que ocultar sus lágrimas parece estar cada vez más cerca.