Heredia. Minutos antes del encuentro, en el Rosabal Cordero la fría lluvia cayó sobre el campo florense, como paradoja del destino, el encuentro entre heredianos y porteños inició frío, sin emociones.
La naturaleza fue benévola con el espectáculo y la lluvia cesó, el sol calentó los ánimos, más el partido siempre se mantuvo frío, sin ideas ni emociones.
La batuta del encuentro fue tomada por los de casa desde el inicio, tratando de olvidar el oscuro episodio de la semana anterior en Alajuela. Sosa, con bajas considerables y preocupado por el rendimiento del equipo, implantó variantes en el once titular para buscar la fuidez, más los relevos, pues su juventud, se los tragó el ambiente de un bocado.
Puntarenas, rival incomodo y ordenado, esperó a los heredianos en su territorio y con la astucia de Norman Gómez en punta, pusieron en aprietos la portería de Ónix Vargas. Nunca fueron dueños del balón, pero cumplieron el objetivo.
Los aficionados florenses, molestos por el accionar de su equipo, silbaban a los jugadores, que lejos de reaccionar, perdían la calma.
Herediano fue ayer un equipo desordenado, errante en ideas y sin claridad ante el arco rival.
La amalgama de experiencia y juventud no dio resultado y el equipo se mostraba tenso, incomodo con el entorno, con el árbitro, la afición, en fin, con el fútbol.
Los porteños, que luchaban por encontrarse en su idea, eran simples celadores de su arco y con uno que otro acercamiento al arco rival, en unas lo hicieron bien, en otras no hicieron nada.
Mal sabor de boca dejó la primera parte, entre silbidos y gritos, los jugadores florenses se fueron al descanso, cabizbajos en pleno desconcierto.
Entre cálido y frío
El inicio del complemento fue más prometedor. En escena apareció, por los heredianos, Mauricio Garita. Sosa quería más profundidad y lo consiguió en cierta forma.
Con más esfuerzo que orden herediano mejoró de cara al gol, mas los minutos pasaban y la desesperación afloraba en el ánimo.
Geovanny Jara al 65', con más técnica que mala intención, quitó un balón a Manrique Hernández, el árbitro -mano injusta-, lo expulsa. Indignación herediana.
Rival, reposado y con calma, espera los acontecimientos. Llega el momento, minuto 75 de tiro de esquina. Confusión en defensa, aparece Claudio Ciccia y con la testa al primer palo vence a Ónix y abre el sueño porteño, uno a cero.
Con la desesperación en el alma y el orgullo herido, Herediano una vez más se fue al frente. Sunsing por derecha, Oviedo por la izquierda, Garita, Da Silva, todos lo intentan, con el alma, pero sin orden.
La intensidad del partido hizo perder la ecuanimidad al central Greivin Porras. Errores, uno tras otro, perjudicaron más a los de casa, pero Puntarenas también sufrió. Y para muestra, dos botones: Alfredo Contreras y Jerry Alpizar se marchan, uno tras otro, expulsados en el epílogo.
Herediano lo intenta, el tiempo se acaba, silbido, furia, todo se mezcla. Termina el partido, los forenses viajan al vestuario, cabizbajo, sin consuelo, los porteños se abrazan, ríen, lloran. En una palabra: celebran.