Barcelona, 13 abr (EFE).- El Barcelona disputará dentro de tres semanas la novena Final a Cuatro de su historia tras ganar hoy al Real Madrid en el Palau Blaugrana (76-70) y eliminar al conjunto blanco en los cuartos de final de la Euroliga.
El equipo de Dusko Ivanovic vuelve a la mayor cita continental del baloncesto de clubes tres años después de disputar, y ganar, la última en el Palau Sant Jordi, donde acabó con su leyenda negra al conquistar ese título por primera vez.
El Barcelona conquistó el trofeo tras haber perdido anteriormente cinco finales y haber caído en semifinales en otras cuatro ocasiones.
En el Sant Jordi y ante su afición, el equipo que entonces dirigía el serbio Svetislav Pesic dejó en la cuneta al CSKA de Moscú (76-71) en semifinales y logró por fin su anhelado sueño tras vencer en una vibrante final al Benetton de Treviso (76-65).
Hasta aquel título de 2003, daba igual si el Barcelona había llegado a la final como el máximo favorito, si su baloncesto era el más brillante o si sus jugadores los más preparados.
Por un razón o por otra, el equipo azulgrana siempre perdía, bien por las actuaciones de las estrellas de los sucesivos campeones o por un error arbitral (como en París'96).
La historia del desamor del Barcelona con este trofeo nació cuando la competición todavía se denominaba Copa de Europa. En 1984, el equipo estaba entrenado por Antonio Serra y tenía a jugadores de gran categoría en sus filas.
Juan Antonio San Epifanio, Iñaki Solozábal, Marcellus Starks o Cándido Sibilio lo tenían todo a su favor, tras una impecable primera mitad, para derrotar al Banco di Roma.
Sin embargo, en una segunda parte magnífica de un ex NBA, Larry Wright, apodado la 'libélula de ébano', todo se vino abajo. El base estadounidense logró 27 puntos y dio la vuelta a la situación ante los múltiples aficionados barcelonistas que se congregaron en Ginebra (79-73).
La segunda ocasión tardó cinco años en llegar (1989). El Barcelona se había baqueteado en Europa con la conquista de dos títulos menores (Recopas 1985 y 1986) y además debía enfrentarse a un desconocido Jugoplastika de Split.
A pesar de la presencia de Solozábal, Epi, Jiménez, Sibilio y Audie Norris, el equipo volvió a fallar ante la calidad de un conjunto croata que ganó aquel partido de semifinales (87-77) y también la final (75-69 frente al Maccabi Tel Aviv) para darse a conocer a la Europa baloncestística con jugadores como Toni Kukoc, Dino Radja o Dusko Ivanovic.
Muchos aficionados culés pensaron que a la tercera sería la vencida. Además, la fase final debía disputarse en Zaragoza, a 300 kilómetros de la Ciudad Condal, pero la historia volvió a repetirse.
En 1990, la Jugoplastika de Split volvió a ganar con las mismas armas. Ni siquiera el refuerzo de Ferran Martínez y David Wood obraron el milagro y los croatas vencieron de nuevo (72-65), justo antes de que el equipo de Bozidar Maljkovic prácticamente se desmantelara.
En la final a cuatro de París (1991), el Barcelona pensó que si no podía luchar contra los de Split al menos tendría mucho ganado si conseguía el fichaje de su técnico, Bozidar Maljkovic, pero de nuevo la historia se volvió en contra de los catalanes.
La final fue otra vez contra el mismo club (ahora Pop'84) y entonces la mala suerte se cebó en el Barcelona, puesto que Audie Norris se lesionó en un hombro en la semifinal y su equipo notó en exceso la merma del estadounidense.
Los croatas vencieron otra vez (70-65) con otro protagonista, Zoran Savic (27 puntos). Tras aquel partido, Kukoc fichó por los Bulls y Zeljko Pavlicevic se convirtió en el primer técnico en ganar el título con dos equipos diferentes: Cibona y Pop 84.
El Barcelona tardó en reaccionar de aquel nuevo revés y pasó tres años sin clasificarse para una fase final. Su vuelta se produjo en Tel Aviv (1994) y fue una de las experiencias más amargas, porque los azulgrana cayeron en semifinales con claridad (79-65) ante el Joventut de Badalona y luego vieron en directo el triunfo de los verdinegros en la final (59-57 frente a Olympiakos).
La segunda vez que los barcelonistas acudieron a París para conquistar la Liga Europea (1996) también volvieron de vacío y además con la sensación de que un error arbitral le había privado del título más codiciado.
Con 67-66 a favor de Panathinaikos y 4,9 segundos por jugarse, Montero lanzó a canasta y Stojan Vrankovic taponó el balón cuando éste había dado anteriormente en el tablero. A pesar de las reclamaciones del Barcelona, la FIBA no dio marcha atrás y los azulgrana se fueron de París convencidos de que habían ganado aquel encuentro, pero que no eran campeones.
La siguiente cita azulgrana en una Final a Cuatro se produjo en 1997. Roma vio como Olympiakos se encumbró en Europa. David Rivers superó a la estrella del Barcelona, Aleksandar Djordjevic, y el equipo de Aíto García Reneses firmó una penosa actuación (77-70).
En Salónica 2000, el Barcelona tuvo una nueva oportunidad, la octava. Esta vez, fue el Macabbi Tel Aviv y la brillante actuación del pívot Nate Huffman (24 puntos) quien dejó a los de Aíto Reneses fuera de la final (51-65)
Tres años después, con Dejan Bodiroga, Juan Carlos Navarro y Gregor Fucka como figuras azulgrana se rompió el maleficio, con lo que ahora se acudirá a Praga sin la presión de dar carpetazo a una leyenda negra.
Quién sabe si, ahora, sin la angustia de tener que luchar contra la historia, los azulgranas tendrán la suerte de volver a proclamarse reyes de Europa cuando pocos les señalan como favoritos. EFE
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