Anotó de penal, se sacó la camiseta y mostró un sucio brasier...
¿Hasta dónde pensarán llegar?
Las celebraciones de los goles alcanzan niveles que preocupan, al extremo de que muchos futbolistas confunden la cancha con la arena circense, como apuntó el exárbitro Ramón Luis Méndez, en el programa radiofónico Oro y Grana , donde también dijimos que un día de tantos, con esos desplantes, uno de estos muchachos se va a subir tanto la pantaloneta que la manchará de desodorante.
En el Mundial del 94, el brasileño Bebeto celebró un gol meciendo a un bebé imaginario, como un homenaje a su esposa y al hijo recién nacido.
La escena le dio la vuelta al mundo. Original, edificante. Sin embargo, desde entonces, los futbolistas la repiten hasta el cansancio.
Irrespeto al adversario, pérdida de tiempo, exceso e insulto. Así degenera el ritual del futbol, por culpa de árbitros inconstantes, quienes, a veces sí y a veces no, sancionan tales abusos.
A tono con el relajo, la FIFA aprobó que los jugadores se despojen de su camiseta. Y ahora se la quitan, la cogen de cobija, de lo que sea, hasta el punto de que algunos la arrojan al suelo.
Antes, la camiseta era un símbolo. Hoy la pisotean.
El proceder del caribeño Ricardo Douglas, el sábado, se convirtió en el lunar de un triunfo de campanillas. Limonense le arrebató el invicto al Santos en buena lid. Pero Douglas manchó la jornada al exhibir un brasier y lanzarlo después en el rostro de Rónald Mora. La foto de Al Día es clara.
Adversamos esas actitudes, como la del domingo trasanterior, cuando Kurt Bernard, del Santos, simuló hablar por teléfono con el botín en la oreja y, esa vez sí, el árbitro lo amonestó, en el encuentro Carmelita-Santos.
¡Viva la alegría! Pero no el irrespeto. Una cosa es celebrar con el puño en alto y abrazar a los compañeros, al estilo del exgoleador Evaristo Coronado o del manudo Josef Miso, y otra es humillar al vencido.
"Perritos" que orinan, banderolas que son fusiles, jugadores que "hablan por teléfono"... Circo, puro circo.
El deporte es ejemplo de vida. La victoria enseña; el fracaso es consejero. Por eso: ¡No a la vulgaridad!
Aunque se enoje, hay que decirle a Ricardo Douglas que al mostrar una prenda femenina en el contexto en el que lo hizo, no logró más que denigrar a la mujer, que es, por definición, la criatura más cercana al Creador.
Cronista de La Nación