Cartago. No hizo falta golpear la roca con insistencia para que brotara el agua. A Saprissa le bastó con llegar unas cuantas veces, y aprovechar con precisión los resquicios frente al arco rival.
Y después, controlar el juego ante un contrincante que nunca tuvo respuestas.
Saprissa ganó su sétimo partido en ocho presentaciones del Apertura con argumentos que ya se le conocían.
Mostró orden en defensa, plantó una media cancha que a ratos alcanzó la brillantez y vivió de las holgadas rentas que le dieron dos de sus mejores argumentos: la bola muerta y el poder definidor de Álvaro Saborío.
Sobre todo esto último. La huella de su artillero.
Los morados ni siquiera necesitaron abusar del control del balón. Fue suficiente administrarlo en la primera parte para después regalar a medias la iniciativa.
Cartaginés, en cambio, falló hasta en lo más elemental: nunca pudo imponer sus condiciones como equipo local ni logró defender el gol que consiguieron a los 11 minutos.
Fue un equipo sin chispa e ingenio para sorprender al Saprissa con algo diferente.
Los brumosos se reiteraron en un futbol estéril que, salvo los destellos de Ariel Segalla, apenas inquietó a la zaga morada.
Son dos realidades. Una, la del visitante, firme candidato a defender su título.
La otra, la del cuadro local, un equipo que padeció la campaña anterior la angustia de merodear el descenso, y que aún no se consolida como proyecto deportivo.
Pero aun sin afanarse demasiado, Cartaginés se encontró con un gol cargado de oportunismo.
Whayne Wilson ganó un balón por la izquierda y sacó un centro que Pablo Islas, tras una buena maniobra, convirtió en el sorpresivo 1-0.
El argentino ingresó por el centro, zona donde al Saprissa ya le han anotado varias veces.
Sin ir muy lejos, en el clásico anterior, que se definió en contra de los tibaseños justo con un gol en ese sitio.
Pero los blanquiazules no supieron manejar tan exagerado botín. Se echaron atrás, amparados a su suerte, y en menos de un cuarto de hora ya estaban perdiendo.
Primero fue un tiro de esquina. La inagotable veta que representan las jugadas de táctica fija: Víctor Cordero aprovechó un cabezazo de Reynaldo Parks para igualar la pizarra.
Apenas dos minutos después (al 27) Saborío madrugó a los defensores locales y puso a ganar a los tibaseños.
Golpes de precisión. Solo se había disputado un tercio del encuentro y ya Saprissa tenía el partido justo donde lo quería.
Sin chispa
¿Qué debe hacer un equipo que va perdiendo 1-2 en casa? Pues atacar, obviamente.
Pero también deben venir respuestas del banquillo. Dar un golpe de timón con hombres de refresco.
Cartaginés no consiguió esto último pues los cambios le fallaron al entrenador: Víctor Núñez nunca se metió en el partido y Pablo Tiscornia falló en la tarea básica de marcar a Saborío.
Núñez ingresó en lugar de Islas, quien salió lesionado tras un encontronazo con Cordero.
Sin creatividad ni sorpresa, los ataques brumosos fueron un dulce para el Saprissa.
Más bien, fueron los morados quienes llegaron de nuevo al gol.
Andrés Núñez, un suplente de lujo en el equipo de Medford, se lo fabricó a Saborío, quien de nuevo acudió a la cita.
Un Saprissa sólido jugó al ritmo que quiso. Apuró el paso, se divirtió y consiguió hundir tres veces la daga certera.