Vigésima primera entrega de una serie de 25 semblanzas a las figuras deportivas del país en el presente siglo
"Corre, Medford, corre...", fue el emotivo titular del diario La Gazzetta dello Sport, que amaneció en las calles de Italia, un día después de la proeza tica en Génova, que se concretó al clasificar a la segunda ronda de la Copa Mundial de la FIFA, el 20 de junio de 1990.
El milagroso héroe al remontarse dramáticamente el marcador con los suecos fue Hernán Medford Bryan, el orgulloso hijo josefino de don Herman y doña Gloria, los padres que lo criaron en su añorado Desamparados y lo condujeron hacia un derrotero sin límites.
Esa imparable corrida en pos de la gloria y la fama destrozó la vigilancia vikinga y dejó petrificado al arquero Thomas Ravelli, para abrirle de par en par las puertas del exigente mercado europeo.
Era el sueño de niño hecho realidad, luego de ilusiones truncadas con Botafogo de Río de Janeiro, Karlsruhe de Alemania, FC Aarau de Suiza y Galatasaray de Estambul, Turquía. "Me llovieron ofertas de todas partes...", revivió el futbolista en entrevista telefónica con La Nación, el jueves pasado desde León de Guanajuato, México.
"Firmé una opción con el Stuttgart, que me iba a prestar al Schalke 04. Pero Tomarex (una sociedad italo-yugoslava) me contrató y me llevó al Logroñés de España. Mi manejador me convenció de que era un contrato desfavorable. Y de ahí partí a Yugoslavia, por un contrato más atractivo".
Su relación con Dinamo Zagreb transformó su vida por completo, pese a varios pasajes difíciles por una guerra étnica a punto de estallar. Su madurez como jugador creció y sumó tres campañas más en Europa, con Rapid Viena de Austria, Rayo Vallecano de España y Foggia de Italia, hasta 1993.
"Era un ídolo de la afición. Los rivales me respetaban y me consideraban un valor importante...
"Jugué una Copa UEFA con Dinamo, disputé una final de copa en Austria, gané de punta a punta el ascenso con el Rayo y cumplí mi sueño de jugar en Italia, pero todo lo perdí al ir un mes a Costa Rica para la eliminatoria del Mundial".
Entre los grandes
Su aprendizaje a tan corta edad la asimiló de técnicos como los ex jugadores Hans Krankl, austríaco; José Antonio Camacho, español; y Franz Beckenbauer, alemán, éste último en el juego de estrellas en que se despidió el arquero inglés Peter Shilton, en Londres (1990).
"Mis años en Europa fueron maravillosos. Gané bien económicamente y me rocé con enormes jugadores... Suker, Boban, Herzog, Petrescu y Bryan Roy, que me ayudaron mucho y hoy son estrellas que valen millones de dólares".
Medford tampoco olvida sus inicios. Surgió en la escuela de futbol de Desamparados, y luego en los equipos menores del Municipal San José y la selección infantil que clasificó y jugó en el Mundial de China 1985, con su edad adulterada, que motivó un castigo de dos años de FIFA para nuestro país.
"Todo fue sorprendente. Era un joven de 16 años y sufrí mucho por un error que no había cometido. Pero me quedó el grato recuerdo de hacerle a los árabes el primer gol tico en un Mundial. Me sentía el centro del mundo, pero mis padres me corrigieron, para ser humilde y seguir el buen camino".
Esa conquista la tiene enmarcada con letras de oro en su colección, al igual que el gol a Canadá para avanzar al Mundial de China; el mencionado tanto a los suecos en Italia 90, para el primer pase a una segunda ronda; y la bella conquista a México, en la Copa América del 97 en Bolivia.
"Son goles que quedan en la historia. No me los va a quitar nadie, ni podrán ser borrados", dijo con orgullo y vehemencia.
Su debut inicial en el liga mayor con Sagrada Familia, sus gloriosas campañas con el Saprissa, y su experiencia azteca con Pachuca y León, su actual club, confirman su doble misión en el campo: innumerables asistencias de gol y dotes de gran goleador, con 114 dianas.
"He formado grandes dúos con Delvaste Araujo, Evaristo Coronado, Davor Suker, Lorenzo Sáez y Everaldo Bejines. Ellos han sido goleadores gracias a mis servicios y, de vez en cuando, me devolvían el favor", dijo.
Pachuca, su primer club en México, le deparó también grandes alegrías: el gol 100 en su carrera, el retiro para siempre de su camiseta número 17 --un halago sin antecedentes para un extranjero-- y lograr un título de entrenador de clase A.
Una vida estable
Además de sus virtudes con la bola, Medford ha tenido la habilidad de adaptarse rápido a diferentes ambientes en el exterior, por una mentalidad abierta que nunca le provocó conflictos.
"Cuando era niño, me mentalicé de que quería ser el jugador con más trayectoria del país y lo logré. Por eso, con 31 años, sigo metido en el futbol, por tres años más, hasta después del Mundial 2002".
Su ilusión es regresar al seleccionado. Ante la salida de Francisco Maturana, pretende limpiar su nombre luego de que quisieron enlodarlo como "un líder negativo". En este punto, Leroy Lewis y Juan Blanco lo malinformaron ante el colombiano, afirmó a este diario.
"No sé cuanto tiempo me quedaré en México, pero mis planes después de retirarme es regresar a Costa Rica para dirigir a un equipo o llevar su organización, desde una gerencia deportiva", acotó, mientras se escuchaba al fondo a sus hijas, la futbolera Rashani y la recién nacida Kanisha.
Con orden y ambición, Hernán se siente hoy tranquilo en el campo financiero, porque supo seguir los consejos de su padre, de que lo más importante en la vida es saber ahorrar el dinero que se gana.
Desde que salió de Europa, sus inversiones se resumen en poseer una escuela privada en Desamparados, en sociedad con su hermana Madeline y su esposa Arlene; un supermercado y una propiedad en Moravia; y una lujosa discoteca en León, junto a tres socios más.
Pero no todo fue color de rosa en sus negocios. Según admitió, la marca deportiva de ropa, "MedfSport", tuvo que cerrarla en 1996, al perder mucho dinero durante más de un año, con clubes ticos que aún le adeudan una buena suma.
Con el apoyo de familiares y amigos, Hernán Medford, un trotamundos que ha servido de embajador tico en todos los países donde jugó con descollantes actuaciones, lo ganó todo en el futbol, gracias a su gran talento con el balón.