Los reiterados desórdenes administrativos y los constantes cuestionamientos que rigieron al club en la temporada, lo arrastraron sin misericordia a la Segunda División española y el Atlético de Madrid sucumbió como un gigante a su propia sombra.
Un grande de España y Europa yace hoy en las arenas de la segunda categoría, a pesar de que, por paradoja, si gana la Copa del Rey estará en el flamante torneo de la UEFA.
El Atlético, en los últimos años, ha sido un nido de contradicciones y ellas lo llevaron despacio y en silencio a un abismo del que el domingo 7 de mayo no pudo escaparse, al igualar a dos con el Oviedo, en el estadio Carlos Tartiere, con lo que se despidió en forma oficial de la Primera División de la liga española, una de las tres más importantes del Viejo Continente.
Las fisuras del equipo rojiblanco empezaron a intensificarse el 21 de diciembre de 1999, cuando un auto del juez Manuel García Castellón destituyó al Consejo de Administración del Altético, incluido su administrador Miguel Ángel Gil Marín, para hacer una investigación por "los supuestos delitos de estafa, apropiación indebida, falsedad en documento público y mercantil, y delitos societarios".
Para que el equipo siguiera con sus operaciones normales, en aquel momento el juez nombró a Luis Manuel Rubí Blanc como administrador judicial del club.
La tormenta administrativa alcanzaría a los jugadores, porque ya para entonces la incertidumbre se paseaba con toda comodidad por los pasillos del Vicente Calderón, cuyos palcos, por lo general, se observaban vacíos, excepto el domingo en que fueron ocupados por un centenar de niños que presenciaron con asombro el juego entre los colchoneros y el Athletic de Bilbao.
Cuando el equipo volvió a las manos de Gil, el 11 de abril del 2000, el veredicto de la liga estaba dado y solo era necesario que el tiempo confirmara las sospechas de casi todos: la caída del Atlético.
Sin milagro
A pesar de que durante el desarrollo de la temporada el Atlético se había ubicado en las posiciones más pobres de la tabla, existía en el camerino rojiblanco la vaga esperanza de que la historia sacara al club de la impensable encrucijada, pero el milagro se quedó dormido en los corazones de sus seguidores.
Minutos después de consumada la inevitable caída, por lo irregular que había sido el conjunto colchonero , Gil salía al paso, en el diario AS , para intentar reconfortar a la herida afición y a su propio ego: "Estamos en Segunda por méritos propios. "Siento impotencia y desesperación, pero hay que afrontar la situación. Es el momento de hacer autocrítica y asumir los errores cometidos".
Para muchos, el éxito del Atlético en 1995-96, cuando ganó la liga y la Copa del Rey, terminó por confundir y envenenar al equipo.
"Pocas veces una victoria ha tenido efectos tan devastadores con el ganador. El Atlético interpretó mal el triunfo --19 años llevaba entonces sin un título de Liga-- desde todas sus esquinas e inició a partir de esa fecha gloriosa el proceso de autodestrucción que culminó ayer. Y lo que en una primera lectura resulta inexplicable (¿cómo puede irse al garete una sociedad con semejante currículo, cómo en estos tiempos del dinero sobre todas las cosas puede fracasarse a partir de un presupuesto tan poderoso?), no parece tanto cuando se juntan varias claves en una sola coctelera", se apuntó en El País de España.
Las claves para comprender el desplome del Atlético son muchas y las deportivas no pueden faltar.
El equipo, en la temporada trasanterior, apostó por la escuela italiana, para lo cual contrató a Arrigo Sacchi, quien por los tropiezos en el certamen optó no solo por irse del conjunto rojiblanco, sino también por alejarse, según él, para siempre de los fatigados banquillos.
A Sacchi lo relevó Radomir Antic, el entrenador que le dio los dos títulos en el 95-96 al Atlético y quien a su vez ha sido foco de encendidas discusiones con la familia Gil.
Para la campaña que hoy termina, el equipo madridista volvió a buscar consuelo en el balompié italiano y contrató a Claudio Ranieri, que tuvo que dejar el equipo para darle paso a Antic, técnico con el que descendió el Atlético.
Envuelto en un mar de confusiones y ciego a su noble trayectoria, el Atlético se dejó vencer por sus yerros y se olvidó de que los grandes también pagan con el destierro sus equivocaciones.