Puntarenas . Los intentos por salvar el juego se desvanecían con los rayos del sol. Las esperanzas del empate se esfumaban en cada llegada inconclusa.
Los noventa minutos se agotaban. El pulso parecía acabar en favor de Alajuelense, que desde el minuto 30 ganaba con gol de Wílson Muñoz. Mas, el brasileño Everaldo da Costa tuvo un segundo de extraordinaria inspiración y logró el milagro del penal.
Da Costa, en el minuto 90, ingresó al área eriza, burló a dos defensores y el tercero, Hárold Wallace, lo obstaculizó y metió sus manos a la bola. Falta clara que aumentó la expectación en las gradas.
Por la mente de muchos convocados en el Lito Pérez pasó el fantasma de aquel penal que atajó Erick Lonnis en ese mismo estadio cuando Puntarenas, ya sobre tiempo, perdía 3 a 2.
Alfredo El Diablo Contreras se tuvo fe ayer. Tomó la pelota y la puso en el fatídico punto.
Cara o cruz, no había más. Si lo desperdiciaba, el triunfo visitante se imponía. Si lo anotaba, sería el corolario de un aguerrido Puntarenas que luchó por doblegar el yugo visitante.
Y es que las llegadas chuchequeras fueron muchas y muy anunciadas, pero nunca concretadas, ya por la falta de definición propia, ya por el orden defensivo ajeno.
Contreras tenía la palabra. Echó una mirada al banco manudo y observó ansiedad y nerviosismo. Alvaro Solano, el técnico, arrugó la cara y no se explicaba su suerte.
Con un equipo parchado por lesiones y suspensiones, se vio obligado a realizar carpintería fina y gruesa. Alineó a los juveniles José Manuel Zúñiga y Hárold Miranda, y como delantero improvisó a Wallace.
Para colmo, el defensor Richard Mahoney se lesionó a los 9 minutos, porque debió recurrir a otro novato: Máinor Espinoza.
Obligado, Solano bajó a Luis Diego Arnáez de la contención a la zaga central y El Flaco fue genio y figura. Puso orden en la parte baja y alentó a sus compañeros hacia el ataque.
Aunque con trabas, la Liga andaba y a los 30 minutos, logró concretar la única llegada del primer tiempo. En una jugada relampagueante, David Diach le devolvió un balón a Muñoz y el zurdo soltó poderoso remate.
Con la ventaja, Alajuelense cedió la iniciativa y Puntarenas empezó el calvario de llegadas inconclusas.
Da Costa, Johnny Mendoza, Manrique Hernández, Pin Gómez, Roberto Wong no hacían que el grito de gol calara en las tribunas.
Una y otra vez se topaban con 9, 10 y hasta 11 manudos, con lo cual el bosque se volvió intransitable.
Las emociones reventaban a granel, pero el desaliento enmudecía los graderíos.
Cuando El Diablo terminó de dar el vistazo, los aficionados mantenían un silencio mayor. Da Costa y Gutiérrez prefirieron no observar y, acostados en el césped, ocultaron sus ojos entre manos y piernas.
Johnny Arias se acercó al manchón blanco y dio ánimos al verdugo. Carrera, remate, estirada del portero y un sonoro "goooool" arañó, como petardo, la esperanza arenera con un justa empate.