Madrid, 29 mar (EFE).- La sexta parada de Radomir Antic en el fútbol español concluyó hoy de forma abrupta, tan dos meses después de llegar a Vigo, al admitir que no puede enderezar el rumbo del Celta, una nave a la deriva, que comenzó navegando en la Liga de Campeones y, ahora, teme naufragar en Segunda.
Antic deja al Celta en el penúltimo puesto, eliminado de la Liga de Campeones y con la sensación de que es un equipo ingobernable, sometido a los vaivenes del entorno.
El técnico llegó a Vigo el pasado 28 de enero y, en dos meses, ha tenido que capear todo tipo de temporales; una juerga de parte de la plantilla tras la derrota contra el Sevilla, numerosas lesiones, decisiones arbitrales comprometidas y la sombra de la duda que levantó el supuesto intento de compra del partido contra el Racing.
Antic, que llegó a Vigo convencido de que podría devolver al Celta la ilusión por ser protagonista, se ha bajado en marcha, presionado por la afición y ante el temor de añadir a su historial un tercer descenso.
Porque el técnico serbio, que cuenta en su haber con la conquista del "doblete", con el Atlético de Madrid (1995-96) y la clasificación a la UEFA de un Barcelona hasta entonces caótico (2002-03), tiene en su debe dos descensos consecutivos, el del conjunto rojiblanco (2000) y el del Oviedo (2001).
Dieciséis años después de comenzar su andadura en el fútbol español, con el Zaragoza, Antic se ha resignado a abandonar un proyecto antes de tiempo, una situación poco habitual en él.
Zaragoza, Real Madrid, Oviedo en dos ocasiones, Atlético de Madrid, en tres, y Barcelona confiaron previamente en este técnico, nacido el 22 de noviembre de 1949 en Zitiste (Serbia), que siempre se ha resistido a abandonar el fútbol español, porque considera que aún tiene cuentas pendientes con él.
Fue anhelado por la antigua Federación Yugoslava, ahora Serbia y Montenegro, que le quería como seleccionador, y sonó esta temporada como entrenador del Tottenham Hotspur inglés, pero él prefirió aceptar la oferta del Celta, pese a las dificultades que escondía el nuevo reto.
Antic, sin embargo, confiaba en recuperar a unos jugadores que, un año antes, habían hecho historia en la entidad, al clasificarla a la Liga de Campeones.
Era, precisamente, la competición europea la gran ilusión de Antic, pero tampoco tuvo suerte en un sorteo que le emparejó con el Arsenal, el mejor equipo inglés del momento y uno de los candidatos al título.
Pese a la digna actuación céltica, el Arsenal se mostró superior tanto en Balaídos (2-3) como en Londres (2-0) y la eliminación terminó por lastrar el rendimiento en la Liga de una plantilla triste.
Antic no logró con el Celta más que dos triunfos y un empate en nueve partidos de Liga. No sumó más que siete de 27 puntos posibles y agotó la paciencia de una afición que, cada vez más, teme el descenso.
El domingo, tras perder contra el Zaragoza (0-2), Antic afirmó que se sentía superado y dio a entender que estaba dispuesto a abandonar el club, decisión reforzada por el acoso al que le sometieron algunos aficionados a la salida del estadio.
Antic deja el Celta por la puerta de atrás y escribe una nueva página en un currículo lleno de claroscuros.
Por eso, mantiene una relación de amor y odio con el Atlético, al que llevó a la conquista del único "doblete" de su historia (Liga y Copa en la temporada 95-96) y con el que consumó el descenso (2000), y aún considera que ni Real Madrid, ni Barcelona reconocieron sus méritos cuando encauzó equipos a la deriva.
Con el Atlético pasó, en cuatro años, del "Radomir te quiero" que entonaba la grada del Vicente Calderón, a ser "persona non grata" en el club.
Fue despedido en el mismo vestuario por Jesús Gil, nada más perder la Copa del Rey contra el Valencia (1999), y, un año después, recogió el encargo del administrador único, Luis Manuel Rubí, de evitar el descenso, lo que no consiguió.
Ramón Mendoza le destituyó del Real Madrid, cuando su equipo era líder, con tres puntos de ventaja (temporada 91-92), y, en junio pasado, el Barcelona no respetó el año de contrato que le había prometido Enric Reyna, cuando Joan Laporta se hizo cargo del club, pese a lograr la clasificación para la Copa de la UEFA.
El Celta le ofreció una nueva oportunidad de resarcirse de esos sinsabores con las armas que le han mantenido en la elite del fútbol español; su conocimiento de la Liga y su facilidad para formar conjuntos consistentes. Por el conjunto gallego ha sido una nave sin rumbo que Antic no ha podido gobernar. EFE
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