
En 1994, Norma Vargas Duarte hizo historia al convertirse en la primera mujer en postularse a la presidencia de Costa Rica. Fue un camino marcado por el machismo, la invisibilidad mediática, la falta de recursos económicos y el escepticismo de muchos en un país donde la política todavía era considerada un terreno exclusivo de los hombres.
“Desde que era niña soy muy luchadora, muy solidaria, siempre lo fui”, recuerda Vargas, de 75 años, durante una entrevista con La Nación.
Afirma que su conciencia política se fortaleció durante su estancia en Puerto Rico, donde se involucró en los movimientos independentistas y en defensa de los trabajadores: “Ahí fue donde que se me encendió ya la chispa de lo que yo quería”.
Al regresar a Costa Rica, Vargas estudió Derecho en la Universidad de San José y se vinculó al grupo liderado por Humberto Vargas Carbonell, a quien considera un maestro y guía político.
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Durante la elaboración de su tesis, sobre control político-parlamentario, su trabajo llamó la atención de diputados de la Asamblea Legislativa. Fue entonces cuando uno de ellos le dijo: “Usted, Norma, sería fantástica para candidata a la presidencia de la República”.
Al principio, la propuesta le pareció risible: “Yo le dije que no, que eso era imposible, que en el país en el que estábamos había que tener dinero para luchar.”
Sin embargo, tras varias reuniones y convencimientos, aceptó. “Se hizo una Asamblea Nacional con el Partido Unión Generaleña (PUGEN) y ahí se me nombró candidata a la presidencia por unanimidad”, señaló.
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Vargas: Fui invisible
La campaña presidencial fue un reto constante para la entonces abogada de 45 años. Sin financiamiento, con una estructura mínima y enfrentando un machismo absoluto, tuvo que hacerse escuchar por su propia fuerza.
“Había ocasiones en que yo oía que iba a haber un debate y que iban a estar los candidatos y que era tal día y a mí no me invitaban. Y yo llamaba o les mandaba fax y les decía, ‘Yo soy candidata y voy a estar ahí. Si tengo que llevar mi silla y mi vaso de agua lo haré, pero estaré ahí’”, indicó.
Vargas recuerda que, pese a su esfuerzo, muchas veces la gente no sabía siquiera que estaba participando: “Fui invisible porque a estas alturas y tiempo después, yo le decía a la gente que yo había sido candidata y me decían: ‘¿Cuándo?’”.

No obstante, una pequeña victoria se dio durante el sorteo de las posiciones de los candidatos en la papeleta. La candidata logró la preciada primera casilla de izquierda a derecha. En aquella contienda, se enfrentaba a figuras políticas como Miguel Ángel Rodríguez y José María Figueres. “Imagínese usted la primera mujer candidata con aquellos gatotes”, subrayó.
A pesar de la falta de exposición, la candidata recibió el apoyo incondicional de su familia. Su esfuerzo tampoco pasó desapercibido más allá de Costa Rica. Recuerda con gran afecto haber recibido una invitación de la Casa Blanca.
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“Una representante del gobierno americano me dijo que doña Hillary Clinton (primera dama de Estados Unidos) quería tenerme en la Casa Blanca en una invitación especial, porque ella me llamaba la mujer escopeta. Porque dice que a ella le encantaba ver los debates, porque yo fui aguerrida en los debates”, declaró. Para la abogada, se trató de un reconocimiento a su tenacidad y valentía.
Aquella aventura también tiene un lugar especial en su corazón, porque uno de sus hijos pudo votar por ella en las elecciones infantiles que se organizaron en aquella época: “El primero que votó, el voto me lo dio a mí, se lo dio a su mamá, y él siempre lo recuerda”.

De vuelta al ruedo
A pesar de los obstáculos, la falta de recursos y la invisibilidad mediática, asegura que no se arrepiente de haber dado el paso. Incluso, tras la experiencia de 1994, Vargas volvió a postular su nombre en 1998, motivada por Humberto Vargas Carbonell.
“Él me dijo, ‘no te puedes desperdiciar, Norma, no puede ser.’ Y otra vez la lucha y el convencimiento, ya había pasado la primera experiencia, y al fin accedí”, manifestó. Para ese proceso, también obtuvo la primera casilla en la boleta presidencial.

Cuando Vargas decidió representar a las mujeres en la carrera presidencial, la sociedad costarricense tenía sesgos muy marcados sobre lo que una mujer podía o no podía hacer, no solamente en el ámbito político.
Su padre le había advertido que el Derecho era “profesión de hombres”, pero para ella, esos mensajes eran parte de la normalidad social, y enfrentarlos se convirtió en un reto que marcaría toda su trayectoria: “Todo lo que yo estaba viviendo no era extraño. Había que luchar contra todo, había que meterse contra todo.”

Otra época, más candidatas
Sobre la participación de cinco mujeres en las elecciones de 2026, Vargas se muestra satisfecha de que su experiencia como pionera haya servido para marcar el camino de las candidatas que la siguieron.
“Por una parte, yo siempre me alegro porque yo dije, ‘caramba, yo comencé esto.’ Yo tuve que vivir de todo y que ellas no lo van a vivir ahora. Porque ellas son varias, están en otra época. Yo estaba sola la primera vez, absolutamente sola”, resaltó.
Aunque reconoce que las condiciones actuales son diferentes a las que ella vivió, Vargas advierte que todavía persisten numerosos obstáculos para las mujeres que aspiran a ocupar altos cargos públicos, incluida la presidencia. “Yo veo eso ahora y digo, ‘Dios mío, es duro lo que van a enfrentar y una sabe la fuerza que llevan, una lo sabe. No tengo que hacer ningún análisis matemático’”, añadió.
