Un estudio midió las preferencias de los jóvenes de Costa Rica entre democracia y autoritarismo. El informe se fundamenta en entrevistas a 1.149 jóvenes de entre 15 y 35 años de las siete provincias del país.
De cada 10 jóvenes, cinco rechazan un gobierno autoritario “bajo ciertas circunstancias”, cuatro lo aprueban y uno se muestra indeciso, de acuerdo con el reporte Jóvenes en Costa Rica entre la democracia y el autoritarismo.
A la vez, el estudio muestra que un 58% de los jóvenes costarricenses prefiere la democracia por encima de cualquier otra forma de gobierno, mientras que un 20% no está de acuerdo con esa afirmación y un 22% permanece indeciso.
Asimismo, en término generales, la mayoría considera que su ideología política está en el centro (56%). Sin embargo, en cuanto a los dos extremos, existe una mayor preferencia de los jóvenes por la derecha (25%) que por la izquierda (15%).
El informe fue desarrollado por la Fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES), con la participación de las investigadoras costarricenses Ilka Treminio y Catalina García. El margen de error fue de cuatro puntos porcentuales con un intervalo de confianza del 95%.
“Prefiero la democracia porque mi voz cuenta y puedo ser reconocida con mis derechos, lo cual se sobrepone al autoritarismo”, dijo a La Nación Laura Obando, estudiante de Estadística y vecina de Heredia.
Por su parte, Daniel Ortiz, estudiante de Ingeniería Industrial y oriundo de Cartago, dijo que se inclina por un gobierno que tenga ambas cualidades. Enfatizó en que, si bien el gobierno debe ser democrático, también debe tener “autoridad”. En su criterio, diversos proyectos “se han estancado por falta de carácter por parte de los gobiernos ante instituciones que lo único que hacen es obstaculizar”.
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Diferencias por género, ideología y religión
Los hombres (44%) son quienes más de acuerdo están con la posibilidad de un gobierno autoritario en ciertas circunstancias, en comparación con las mujeres, quienes están menos convencidas (36%).
Esta división de opiniones se ve aún más reflejada en el posicionamiento ideológico de la población. Las personas de centro y de izquierda están menos de acuerdo con este tipo de gobierno (con porcentajes de 39% y 33%, respectivamente). Por el contrario, los afines a la derecha se inclinan más por esta forma de gobernar (45%).
Por religión, la diferencia es marcada. Los evangélicos apoyan más el autoritarismo, mientras que los católicos, los de otras religiones y los que carecen de credo religioso lo apoyan menos.
Actitudes hacia la democracia
Las personas de izquierda son quienes más de acuerdo están con un gobierno democrático (65%), seguidas por las de ideología de derecha (62%) y las juventudes de centro (54%).
Para Marianela Arias, quien reside en Limón y estudia Comunicación Colectiva, la democracia es una meta que se debe trabajar todos los días, y la prefiere porque “la pluralidad hace más difícil que el poder se concentre en un solo sector”.
“La democracia se basa en la participación ciudadana, el diálogo y el respeto por los derechos humanos. En una democracia, se respeta tu libertad para expresarte, elegir a tus representantes y participar en las decisiones que afectan tu vida, a diferencia de un régimen autoritario, donde el poder está concentrado en una sola persona o grupo y las decisiones se imponen sin consulta ni oposición”, comentó.
Para la politóloga e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) Amalia Amador Fournier, la preferencia de parte de los jóvenes por el autoritarismo no es exclusiva del país, sino que se repite en muchas democracias liberales occidentales, en las que un segmento importante de la juventud se identifica con posturas extremistas y autoritarias.
Amador explicó que las nuevas formas de autoritarismo, que captan la atención de las juventudes, suelen llegar al poder mediante procesos electorales y, posteriormente, socavan la institucionalidad democrática bajo el argumento de buscar mayor eficacia o atender las demandas inmediatas de la mayoría.
No obstante, señaló que estos regímenes tienden a convertirse en aparatos represivos que restringen la libertad de expresión, debilitan las instituciones estatales y promueven el adoctrinamiento.
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Según la investigadora, uno de los factores que explican este fenómeno es la insatisfacción de los jóvenes respecto al desempeño de las instituciones democráticas, lo cual ocurre al no lograr responder a problemáticas como el deterioro del sistema educativo, la seguridad, el desempleo juvenil y la falta de acceso a una vivienda digna.
Estas situaciones los hacen sentirse “decepcionados” de las respuestas de las autoridades ante las múltiples situaciones que enfrentan y de las que son los mayores “afectados”.
Además, la pérdida de confianza aumenta al observar actos de corrupción dentro de las instituciones y una percepción desigual en el trato hacia la ciudadanía.
“Cuando los jóvenes observan instituciones débiles, ineficientes, excesivamente burocráticas y que no responden a sus necesidades, tienden a pensar que la solución es que una sola persona concentre el poder y tome las decisiones”, explicó Amador.
Respecto a la satisfacción del funcionamiento del sistema democrático costarricense, el 47% de los jóvenes lo considera medianamente satisfactorio, el 37% lo valora altamente satisfactorio y un 16% lo califica como insatisfactorio.
La politóloga subrayó que, aunque es importante defender los valores democráticos, también es necesario exigir mayor eficacia institucional, equidad en las oportunidades y un acceso real a los beneficios del sistema democrático.
La educación incide
Sobre las actitudes democráticas, la investigadora sostuvo que, si bien la calidad de la educación no tiene una relación directa con ellas, sí guarda correlación con la participación política y la aceptación de las reglas democráticas.
Amador precisó que, desde las aulas, se promueve la convivencia en una “microsociedad” donde se aprenden normas, se fomenta la comunidad y se desarrollan habilidades para el entendimiento de pensamientos distintos y la construcción de una identidad individual.
Es por ello que, en su criterio, la educación cívica debe reformarse para formar a los jóvenes en pensamiento crítico, comprensión del sistema constitucional, la importancia de la división de poderes, y sobre las diferencias entre modelos representativos y participativos.
“En ese sentido, la educación cívica puede ser un puente con la comunidad, permitiendo formas diversas de participación y generando una cultura de convivencia democrática. La democracia no se reduce al acto de votar, sino que se construye desde lo individual, en colaboración con otros, y con el objetivo de incidir en la comunidad”, concluyó la investigadora.

