Una realidad innegable es que muy viejos y especialmente importantes problemas públicos de Costa Rica no se han resuelto a través de muchos años ni hay indicios de que vayan a resolverse ahora ni pronto. ¿Por qué? ¿Es que esta trágica situación, que va creciendo conforme pasa el tiempo, ocurre porque toda la organización política y social se enmarañó hasta el extremo de que nuestra nación se volvió ingobernable? ¿O la causa radica en la incapacidad de nuestros gobernantes, como afirma Juan José Sobrado?
Pienso que no cabe enfocar el caso según la disyuntiva que pretende determinar una u otra de las dos situaciones puesto que ambas operan muy entrelazadamente. La incapacidad de los gobernantes en buena parte es producto del enmarañamiento innegable y este, también en buena parte, es producto de la incapacidad de los gobernantes. Un auténtico círculo vicioso (¿o vicio circular?). Me parece que no cabe dividir tajantemente lo uno de lo otro. Por consiguiente, lo que cabe preguntarse es a qué se debe “la” situación en sus dos partes conjuntas.
Cambio de concepto. Y como esta situación no ha sido la de siempre, lo primero que cabe preguntarse es cuándo comenzó puesto que en el pasado los gobernantes actuaban como líderes (buenos o malos) dentro de los límites y la forma que corresponde al concepto de democracia representativa y acción delegada. Creo que el cambio conducente a la ingobernabilidad comenzó a partir del momento en el que fue introduciéndose un concepto distinto de democracia, definido en términos muy atractivos, que parecen indicar democracia perfeccionada. Me refiero no a lo plausible de la participación ciudadana, sino a la manera como se ha ido interpretando por acá la llamada democracia participativa cuyo sentido, proclamado como más justo y eficiente, ha ido calando al margen de la Constitución Política que continúa ordenando la democracia representativa.
Tal cambio de hecho en la esencia de nuestra organización política ha ido actuando en la práctica a manera de desplazamiento de la nación soberana (todos los ciudadanos) por la imposición de los grupos organizados que se consideran “la” sociedad civil a la que corresponde participar, e imponen criterios a “sus” bases, como llaman a “sus” asociados, al margen de los demás ciudadanos, no importa que el conjunto de estos sea mucho mayor y constituya la verdadera soberanía, como lo prescribe la Constitución.
Usurpación de nombre. En síntesis, la soberanía, que se supone debe residir en la nación mediante el sistema representativo, se ha reemplazado por un concepto de soberanía muy particular que reside en los grupos organizados que, usurpando para ellos el nombre de “sociedad civil”, imponen a los gobernantes sus propios criterios interesados, quienes no pueden usar fuerza alguna para hacer frente a la fuerza que despliegan los grupos.
Creo que el cambio en el concepto de democracia y la forma de imposición que ha practicado es el origen y la causa de la ingobernabilidad que impide resolver los problemas nacionales, hasta los más graves.