Es un verbo que significa inte grar, articular. Y son también las siglas de un Programa en la Universidad Nacional financiado por la Fundación Kellogg, norteamericana: Una Nueva Iniciativa Rural. Pero, ambos sentidos son coincidentes.
Se trata de un extraordinario esfuerzo encaminado a intervenir en la problemática del desarrollo rural de cinco comunidades pobres en la Región Huetar Atlántica, con una visión y un método integralistas y por ello sumamente novedoso y con grandes posibilidades de éxito en su cometido.
A través de la UNA, el Programa UNIR busca que esta intervenga en la comprensión y resolución de los problemas sempiternos de pobreza en comunidades rurales del país. A partir de la acción tendiente a resolver los factores causantes de la pobreza -insuficiente infraestructura social y de apoyo a la producción, y debilidad e insostenibilidad de los esfuerzos comunitarios en materia de producción, empleo y acceso a mercados viables-, la Universidad puede no solo fortalecer las necesarias capacidades de autosuficiencia de las comunidades, sino que puede aprender de la realidad para revisar y replantear sus enfoques, métodos e instrumentos de enseñanza en la formación tradicional de sus estudiantes en todo campo del desarrollo rural. El país conoce poco este Programa. Conocerá mucho más conforme en su segundo año de ejecución, los logros reales y sustentables constituyan ejemplos de un esfuerzo convincente en Costa Rica, de enfrentar la pobreza crónica en comunidades rurales.
En este sentido, el Programa ofrece una gran riqueza ya en sus enfoques y estrategias de intervención, pues involucra a la Universidad con toda su legitimidad y capacidad convocatoria y técnica, en una acción ampliamente articuladora y concertadora entre las instituciones públicas con servicios, programas y recursos de importancia vital para estas comunidades. Ya se visualizan alianzas importantes entre el Programa UNIR, el IDA y el IMAS, entre otras instituciones, que abren enormes posibilidades de proyección integral y focalizada del Plan Nacional de Combate contra la Pobreza de la Segunda Vicepresidencia, en beneficio de aquellas cinco comunidades. Se podrá construir así un modelo de intervención eficaz y novedoso que permita finalmente exhibir evidencia de que superar la pobreza extrema y crónica no es, en tanta comunidad rural, tarea de titanes ni producto de milagros, sino de estrategias visionarias, métodos convincentes y participativos de involucramiento comunitario, y, ciertamente, de una dirección o capacidad de gestión clarividente, no clientelista ni partidista, para impulsar con convicción y sistematicidad tal esfuerzo, tanto por la Universidad como por los entes públicos que participarán del esfuerzo.
A estas alturas, la Universidad Nacional ha decidido inteligentemente reorientar el Programa después de un año de ejecución, y ocho unidades académicas serán parte orgánica ahora de dicho esfuerzo, con una participación en recursos humanos que permitirá que por primera vez en mucho tiempo -y como dicta de todas maneras el espíritu del Programa UNIR-, se proyecten tantas especialidades con un compromiso y esquema de trabajo que aseguren la máxima articulación o coordinación de cada disciplina ya en su proyección de campo, sea en sus relaciones con el sector público como con otros organismos y con las comunidades mismas, facilitando así una visión y acción interdisciplinaria en la comprensión y solución de problemas reales.
Así, las escuelas de Ciencias Agrarias, Ciencias Ambientales, Planificación y Promoción Social, Sociología, Ciencias del Deporte, Medicina Veterinaria, la División de Educación Rural del CIDE, y la Maestría en Desarrollo Rural, y eventualmente la Escuela de Economía y otras, cierran filas en el seno del Programa de UNIR para proyectar una acción transformadora de sí mismas y del entorno en que las comunidades atendidas por el Programa se desenvuelven, pero también de estas mismas, sin precedentes dentro de la misma Universidad ni en el país.
Las comunidades de Pablo Presbere de Horquetas de Sarapiquí, Los Lagos de Roxana de Pococí, La Esmeralda de Herediana de Siquirres y Colinas-Isletas de Tierra Grande de Guácimo, ya beneficiadas de la acción del Programa UNIR en su primer año de ejecución, están ahora preparadas para el gran salto que corresponde dar a partir de este momento. Y hacerlo, de la mano con los muchos profesores y estudiantes que se alistan para llevar sus conocimientos, ansiedades de aprender y, sobre todo, su convicción de que fortalecer aún más la autosuficiencia organizativa de las comunidades es algo indispensable en Costa Rica para facilitar tales saltos mayores en la lucha por una existencia más digna a partir del reconocimiento y reclamo preciso de sus derechos ante el Estado y el resto de la sociedad. Pero esperan ansiosas ir de la mano también, con los funcionarios del IDA, del IMAS, y de tanto otro ente público ya comprometido en hacer algo concreto para dirigir sus mejores esfuerzos y recursos hacia estas comunidades y demostrar con ello que sí es posible solucionar problemas de siempre pero con fórmulas, estrategias y capacidades no impuestas desde afuera, sino basadas en la más auténtica interpretación de situaciones, valores, actitudes, comportamientos y métodos probados de raigambre ya costarricense porque la verdad es que buenas ideas e intenciones abundan aquí. Falta la disciplina y la capacidad de gestión --repito que no clientelista ni partidista-- que permitan aglutinar aquellas en acciones sistemáticas y profundamente concertadoras.