Cada lengua tiene su peculiar sistema para “disecar” la realidad y tratar de apresarla por el lenguaje: en el mismo español, respecto de “cantidad reducida” caben variantes sorprendentes, desde el “pichintún” tan chileno, hasta el hondureño “banano” de los “poquiteros”, pasando por los arreglos a puro puchito de asfalto en Costa Pobre. Y en la Edad de Oro, José Martí refiere a “aquel hominicaco” de rey y el “picolín” que iban a dar de esposo a su hija. Y el mismo diminuto y frágil hombre, pero autor cubano de los más grandes, refiere a una “mezquinísima” estatua de Lincoln, en Estados Unidos. Buscamos quitarnos un poquito o un pocote... muy pinche ( La Nación 10/11/2006)… ¿de la carguilla 'e leña o de voluntad?
Así como hay medidas emocionales para lo grande, existen para lo pequeño, como pizca o pizco, puñito, puñado y puchito; algunos también usan pendejadita, mierdita, carajadita*. “De lo bueno, poco” y “lo bueno si breve, dos veces bueno”, son refranes hispanos muy útiles y positivos dentro de este mismo marco.
Lo mismo que en Chile existe el simpático pichintún, en Costa Rica se estila la frase, un tanto irónica, a veces, otras, hasta cariñosa de “es muy poquitillo”. Pero no es solo cuestión de palabritas: el examen radio-lógico revela y retrata.
Alguien de esta tierrita, con la pluma bien afiladita y con mente abiertita, ya entradito el siglo XX, Julio Rodríguez describió nuestra manera de ser como “en chiquito, despacito, a poquitos, a medias o chambonamente”. Y un tantico masoquista el columnista, por ejemplo refiere a “los caminitos urbanos de hormiguitas, llamados aceras”. ¡Análisis más cruel!: “un país de a poquitos, en chiquito y a raticos y transido de bajadas de piso ante cualquier innovación”. ¡Nada nuevo, el diagnóstico! Hace décadas ya, alguien de otro paisecillo, pero nacionalizadito después de añitos, nos hizo añicos: a partir de esas y otras expresiones, en agudo análisis psico-lógico, hace dos décadas ya, Pierre Thomas documentó una pato-lógica cultura del pobreci-tico. ¡Auténtico, aunque usted se rebele! En la misma línea, sin curvitas, nada diminuto en importancia, resulta que nos auto-reducimos con aquel pato-lógico “regáleme tal cosa”… ¿Tan poca cosa somos? ¡Nos pasarán la cuentita*!