Jamás se imaginaron sus progenitores que Susan B Anthony, nacida en 1820, sería una de las mujeres más importantes del siglo XIX.
Muy joven se inició como maestra en una escuela que su propio padre le instaló en la casa, además de que dicha profesión era de las poquísimas permitidas a las mujeres de su época.
Esta mujer, quien en un principio luchó contra de la esclavitud de los afrodescendientes en Estados Unidos y luego, por el sufragio de ellos, solo logro que pasará la tan luchada enmienda de la Constitución Política a favor de los hombres, marginándose este derecho para las mujeres.
No abatida por la situación de discriminación de las mujeres, siguió su lucha hasta la muerte, en 1906 y no es sino 14 años después, en 1920, cuando se aprueba la tan esperada enmienda constitucional, sin que ella pudiera ejercer ese derecho fundamental. Setenta años después, Susan fue reconocida como pionera por la abolición de la esclavitud y del derecho al voto: dos libertades que son consustanciales al ser humano. Hoy su imagen se estampa en una moneda de su país natal.
Fruto del esfuerzo. Entre otros logros de esta pionera y su amiga de toda la vida Elizabeth Cady, a partir de 1860 se aprobaron leyes que concedieron a la mujer el derecho a ser propietarias de sus bienes, ganancias y salarios; el de vender y comprar sin necesitar de tener el permiso del marido; separarse de él y tener la patria potestad de su hijos e hijas. De la misma manera luchó por que las mujeres tuvieran acceso a la educación, incluyendo las carreras universitarias, y que recibieran igual remuneración por igual trabajo hecho por los hombres.
Ciertamente a Susan Anthony hay que tenerla muy presente en la memoria colectiva e individual y recordar la dedicatoria que hizo en el primero volumen de su periódico La Revolución: "A los hombres sus derechos y nada más; a las mujeres, sus derechos y nada menos".