La madre naturaleza nos muestra, con hechos, ejemplos para que los seres humanos los imitemos y apliquemos en beneficio de la protección del ambiente; uno de estos ejemplos es el sistema cardiovascular de la mayoría de los seres vivos. Sin embargo, para efectos de este artículo, me concentraré en la comparación entre un acueducto y un alcantarillado sanitario (AS) construidos por el hombre, y dos eficientes sistemas del cuerpo humano, los cuales cumplen funciones similares. Para una mejor comprensión del lector, definiremos estos conceptos:
Un acueducto es un sistema que consiste en una o varias fuentes de agua superficial o subterránea, un equipo de bombeo en caso de ser necesario impulsar el agua, o sin bombeo si el acueducto es por gravedad. Después de ser tratada, el agua es trasladada por tubos de gran diámetro llamados “tubos madre” y distribuida por tubos más pequeños hacia cada una de las casas o viviendas. Este líquido se utiliza en diversidad de menesteres domésticos, incluidos la alimentación y la evacuación de excretas humanas; además, el agua debe cumplir con varios requisitos, como cantidad, calidad, cobertura, continuidad y el menor costo posible.
Depuración y descarga. Por su parte, un AS consiste en tuberías de poco diámetro que conducen las aguas residuales domésticas (ARD) hasta los colectores (tubos de mayor diámetro), que posteriormente las trasladan a sistemas de tratamiento; el objetivo es depurarlas y descargarlas en algún cuerpo receptor (río, lago o mar).
La eficiencia de ambos sistemas depende de la operación y mantenimiento que se les brinde, que, de ser inadecuados, generan enfermedades en los usuarios y contaminación del ambiente. La paradoja es que en la mayoría de los países del mundo los AS no existen o funcionan inadecuadamente, lo cual está acarreando la muerte paulatina del planeta Tierra.
Requisitos similares. Comparativamente, nuestro cuerpo cuenta con dos sistemas muy similares y eficientes; es decir, un “acueducto y un alcantarillado sanitario humanos”. Lo interesante es que el “acueducto humano” está constituido por una fuente de sangre (médula ósea que tiene un 83% de agua), que es impulsada por un sistema de bombeo muy eficiente: el corazón. Posteriormente, la sangre es conducida por las arterias (tubos madre), que luego se ramifican en arteriolas (tubos de menor diámetro) y que finalmente trasladan la sangre a cada una de las células del organismo, para que funcionen adecuadamente; este “acueducto” debe cumplir también con los requisitos de cantidad, continuidad (presión sanguínea), calidad, cobertura y el menor costo energético posible.
Por su parte, el “AS humano” consiste en el traslado de los desechos del metabolismo de las células (CO2, bilirrubina, radicales libres y otros). Esta función la realiza el cuerpo por medio de los capilares hacia las vénulas (tubos de poco diámetro), y posteriormente pasa a las venas (tubos colectores de mayor diámetro). Estas conducen la sangre contaminada a varios órganos que tienen, en parte, funciones depuradoras o como sistemas de tratamiento, como son los riñones que eliminan la urea y otros metabolitos, los pulmones (CO2), el hígado (bilirrubina) y el intestino grueso (desechos sólidos).
La eficiencia de ambos sistemas en el cuerpo humano depende precisamente de nuestra constitución genética, y cualquier deterioro en el “acueducto y alcantarillado humano” nos lleva al colapso, e incluso a la muerte.