La adolescencia es una etapa muy linda de la vida en la que la comunicación de los padres con el adolescente tiene que ser excelente. Los buenos consejos que se pueda dar en estos años del desarrollo son de incalculable valor. De otra forma, se puede cometer errores con resultados costosos y peligrosos. En muchos casos, se podría encontrar hasta la muerte.
Un trastorno serio, cada vez más frecuente, es la anorexia. El temor a la obesidad, común ahora debido a los hábitos alimentarios encontrados en las comidas rápidas, es algo que no podemos ignorar. Pero no se puede estar ni demasiado gordo ni demasiado flaco. La anorexia que se manifiesta por la pérdida de peso autoinducida es la causante de un trastorno que, con una buena orientación familiar, se puede evitar en jóvenes que lo único que desean es experimentar. La inexperiencia y la falta de una alimentación sana los enferman.
Los costarricenses no escapamos a esa realidad que empezó en los países industrializados y que ya tenemos, en la que los trastornos alimentarios son pasados por alto, más cuando se trata de jóvenes de muy corta edad acostumbrados a hacer todo lo que escuchan en la calle. Al inicio de la enfermedad, por lo general, los primeros síntomas se presentan entre los 15 y los 18 años. Los afectados no se dan cuenta y, cuando notan manifestaciones desagradables, acuden al médico casi siempre cuatro o cinco años más tarde.
Tardanza y complicaciones. Debido a que, muchas veces, el diagnóstico de anorexia resulta tardío y ya hay varias complicaciones, no se puede evitar que los jóvenes caigan en la enfermedad psiquiátrica. Si esto llega a suceder, los índices de mortalidad pueden ser importantes. Las personas que padecen anorexia experimentan, al final de cuentas, un gran dolor psicológico, dado que los desajustes en la forma de percibir su cuerpo, la obsesión por la delgadez, la incapacidad de tener relaciones sociales placenteras y la desestructuración del ámbito sociolaboral son notables.
Los factores que determinan la negación voluntaria de ingerir alimentos son multicarenciales, pero generalmente se vinculan con cierto rechazo a la imagen física, en coincidencia con la llegada, en el caso de las mujeres, de la menstruación y, en los hombres, del paso de la niñez a la adolescencia.
La anorexia o falta anormal de ganas de comer es una patología que ya se diagnostica en muchos jóvenes. Las consultas de quienes sufren el trastorno son cada vez mayores. Los resultados son algo verdaderamente alarmante. Ahora hay niños menores de 10 años en los que se advierte esta tendencia. Pareciera que los culpables son la publicidad de ropa y las dietas para jóvenes. Niñas y niños se quieren vestir como si fueran grandes. Las mujeres empiezan en la escuela primaria a hacer sus dietas, todo porque la escuchan, la ven en la televisión o, sencillamente, quieren imitar a los padres que padecen la enfermedad.
Hasta la depresión. Antes de que los enfermos desarrollen el trastorno, por lo general encontramos que son personas muy meticulosas, compulsivas, intelectuales y orientadas hacia logros y éxitos elevados. Después se empieza a desarrollar la ansiedad por la obesidad. Al final, llegan los estados depresivos, que pueden llegar a ser graves, doblemente en las mujeres. Valga decir que los aspectos genéticos hacen que una persona sea vulnerable a padecer una depresión, y explican también la forma en que alguien responde a los tratamientos. La depresión es una enfermedad genéticamente compleja, que interactúa con factores biológicos y genéticos. Un factor ambiental, es decir, cambios o experiencias vitales que suponen una pérdida para la persona, por ejemplo, una ruptura amorosa, cambio de domicilio, pérdida del trabajo, etc., pueden desencadenar con el tiempo un episodio depresivo grave.
El tratamiento de la anorexia consiste en intervenir a corto plazo para reponer el peso corporal y salvar la vida al enfermo.
El médico debe intentar establecer una relación tranquila, interesante y estable con el paciente y, por supuesto, contar siempre con la colaboración de la familia. Debo señalar, una vez más, que la unión familiar y el buen consejo en este momento de la vida son imprescindibles. Es la forma de prevenir.