Llegó la hora, los costarricenses ya contamos para la decisión electoral del primer domingo de febrero, con un elemento muy importante; tanto el Partido Unidad Social Cristiana como el Partido Liberación Nacional, como organizaciones políticas mayoritarias del país, entregaron sus programas de gobierno, para el período 1998-2002, que según algunos tienen muchas semejanzas.
Ambos partidos han asumido el contenido de sus propuestas como compromisos, por lo que vale la pena aclarar la diferencia entre la promesa y el compromiso de los partidos políticos y sus candidatos, pues ambos conceptos encierran diferencias sustanciales, aunque comúnmente, los aceptamos como sinónimos en la jerga política y no lo son. Promesa, dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es: expresión de voluntad de dar a uno o hacer por él una cosa; ofrecimiento hecho a Dios o a sus santos de ejecutar una obra piadosa: augurio, indicio o señal que hace esperar algún bien. La promesa, pues, no es más que la manifestación de la buena voluntad del prometedor de querer realizar aquellos actos o cumplir con su ofrecimiento, si le es posible, para que no se conviertan, precisamente, en falsas promesas pues no confirmaron, sobre todo por medio de un juramento, su voluntad de cumplirlas. Así en el pasado, nuestros políticos nos llenaron de promesas, que no se vieron obligados a realizar.
Promesa y compromiso. En cambio, la situación del compromiso es otra. El mismo diccionario define este concepto como: obligación contraída, palabra dada, fe empeñada. Así el comprometedor está obligado moral y éticamente, por medio de su palabra y la fe que ella entraña a cumplir con la obligación contraída. El compromiso trasciende el acto de buena fe y esperanza de la promesa, para convertirse en una obligación absoluta, por lo que su incumplimiento trae consigo la más severa sanción a quien la incumpla.
Una clara definición. Ahora, con documentos en mano, debemos exigir a los candidatos Miguel Angel Rodríguez y José Miguel Corrales, una clara definición en torno a estos dos conceptos, para poder reclamar sus acciones en el futuro, porque la promesa como fundamento de la buena voluntad y propósitos positivos, no queda necesariamente vinculada al honor del candidato; en cambio el compromiso sí, es la palabra empeñada, es la honra en juego como pago del resultado final, y sobre el que sí podemos pedir la rendición de cuentas que, en una democracia representativa, se cancela con los votos del ciudadano.
Tanto el Programa de Gobierno del PUSC como el del PLN, a través de diferentes metodologías, llegaron a conclusiones semejantes sobre el diagnóstico de los problemas nacionales, y también coinciden en algunas de las soluciones. Pero el programa del PUSC tiene una línea consistente y básica sobre un tema central: la transformación de nuestra democracia representativa en una de activa participación. Ahí está la gran pregunta para don Miguel Angel: ¿promesa o compromiso?