Opinión

Pobres perros tristes

La crueldad es la conducta más perversa, lo más cercano a los delirios del demonio

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Primero un puntapié, después aullidos de animal doliente. Escuché un grito: Los perros no deben entrar al templo. Era el padre, irritado, perdiendo el tono cansino de la voz con que me adormecía los domingos por la mañana. Durante la misa el perro se paseaba por la nave como un devoto honesto cuando cometió el error de acercarse al cura. Aunque en esos días lejanos, a mediados del siglo pasado, yo no les tenía un especial cariño a los animales, me hirió aquel acto de agresión que acabo de revivir.








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