La gran crisis de los países industrializados a mediados de la década de 1970 produjo una revolución gerencial empresarial, caracterizada por la reducción del tamaño de las unidades productivas y del verticalismo en la gestión, así como por la búsqueda de mayor participación de los trabajadores en la vida de la compañía, mediante la creación de equipos de trabajo, entre otros aspectos.
La calidad es preocupación de todos pues se ha convertido en instrumento de extraordinario valor para la proyección de las empresas u organizaciones hacia el futuro. La obtención de altos índices de calidad depende, en gran medida, del compromiso y apoyo sólido y continuo que brinde la máxima dirección de las empresas. La efectividad de la gestión de la calidad ha pasado a ser condición necesaria y la fuerza más importante en el éxito de cualquier empresa.
Amplia participación. La calidad total, como nueva filosofía gerencial, intenta atenuar la diferencia entre lo que ofrece la empresa y lo que espera el usuario de ella. Para lograr este objetivo, se requiere la participación de todas las personas y de las herramientas de capacitación y adiestramiento como fundamento esencial para lograr una cultura de calidad. En la práctica, esto significa flexibilidad en la asignación de puestos de trabajo y hace imprescindible la horizontalización de las decisiones. También se busca en general un trabajador más joven, con mayor nivel de educación formal y con mayor aptitud hacia la "flexibilidad".
El fin primario de esos cambios es adaptar las empresas y la sociedad en general a un nuevo modelo de desarrollo que se impone internacionalmente con rapidez y en el que la calidad es componente angular. La calidad supone capacidad para competir, normas internacionales en la materia y, básicamente, una forma distinta de analizar la organización. La calidad comienza a ser una demanda de las empresas líderes a sus proveedores y se extiende como nuevo paradigma social; su demanda se universaliza y las exigencias en términos de eficiencia y calidad se extienden a todos los ámbitos. Se exige más de los productos, de su presentación, de los servicios, de los tiempos de espera, de la atención personal y profesional, etc.
Trabajo en equipo. En el contexto de la producción de bienes y servicios, la apertura de las economías y de los mercados es un factor decisivo para cambiar las reglas del juego y mejorar los parámetros de calidad y de costos. Sus estrategias presentan un componente humano fuerte. Cambia la organización y el contenido del trabajo; se tiende a trabajar en equipos y el control se hace cada vez más horizontal. Los métodos de producción modernos y la implantación de nuevas tecnologías exigen calificaciones actualizadas, ya que hoy el cliente impone y define la calidad.
Solo una dirección vigorosa que vele por mejorar la calidad, puede vencer la resistencia y la inercia inevitables, mediante objetivos bien definidos y sistemas y métodos para lograr mejora constante. Se exige, por consiguiente, un método de administración innovador, que estimule la identificación y el aprovechamiento de oportunidades que se presenten para efectuar los cambios en el menor tiempo posible, con el propósito de seguir siendo competitivos y eficientes en el mundo globalizado.