Nuestro Gobierno ha tomado una decisión justa, necesaria y oportuna, al elevar ante la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, Holanda, el diferendo con Nicaragua sobre la libre navegación por el río San Juan. Es justa porque, de acuerdo con el tratado de límites Cañas Jerez, suscrito entre ambos países en 1858, y el llamado laudo (o decisión arbitral) Cleveland, de 1888, a los costarricenses nos asiste el derecho al libre tránsito por esa vía, cuyas aguas, sin embargo, pertenecen al vecino país. Es necesaria porque ese derecho ha sido sistemáticamente vulnerado, desde 1998, por las autoridades nicaragüenses, cuando el Gobierno de Arnoldo Alemán impidió el paso de policías ticos armados (como custodios de embarcaciones de avituallamiento) y decidió cobrar al resto de los usuarios procedentes de territorio nacional. Y es oportuna porque, hace cuatro días, culminó, sin éxito, un período de gracia, acordado por los presidentes Abel Pacheco y Enrique Bolaños, para intentar un arreglo bilateral al diferendo.
Se han configurado, por tanto, todos los elementos para acudir al más alto tribunal del derecho internacional, como corresponde entre naciones civilizadas cuando algún conflicto no tiene otra vía de solución. Esto, que debería ser tratado con toda naturalidad por las partes involucradas, ya ha provocado una reacción imprudente y prepotente por parte de distintos sectores de Nicaragua. Bolaños, quien, en general, ha tenido una actitud más serena que su antecesor, firmó un innecesario decreto que llama a las Fuerzas Armadas a impedir "por todos los medios que pone a su disposición la legislación nacional" la navegación de "fuerzas extranjeras" armadas, algo, por cierto, que no ha estado sucediendo ni va a suceder. La Asamblea Nacional, controlada por Alemán y su aliado Daniel Ortega, había acordado, previamente a la decisión nacional, imponer un "impuesto patriótico" del 35% a los productos costarricenses importados si se planteaba el caso en la Corte; ahora, la medida debe ser activada. Además, como siempre ocurre, han surgido los oportunistas de diverso signo que, mediante demagógicas arengas, desean aprovechar la coyuntura para mejorar sus posición política.
Ante estos desplantes e innecesarios desafíos, la respuesta de nuestro Gobierno, y de toda nuestra sociedad, debe contener una mezcla de prudencia, serenidad y firmeza. Debemos evitar, por todos los medios, precipitarnos en el torbellino de acusaciones absurdas, epítetos y amenazas; debemos, además, abstenernos de represalias que vayan contra el derecho internacional y las normas elementales de convivencia entre vecinos. Pero, a la vez, es imperativo que seamos firmes e inclaudicables en la defensa legal de los derechos que nos asisten: tanto a la libre navegación como al acceso sin trabas al mercado nicaragüense. En este sentido, es imperativo activar, de inmediato, los mecanismos que ofrecen tanto la estructura de integración centroamericana como los de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, más expeditos en este tipo de represalias, o los de la Organización Mundial de Comercio.
Debemos estar conscientes de que el proceso que viene no será ni corto, ni sencillo, ni tranquilo, ni barato. Es decir, demandará perseverancia, adecuados recursos y cuidadoso seguimiento de la actual administración y de la que tomará posesión el 8 de mayo del próximo año. Parte de la tarea, además del seguimiento en la Corte Internacional de Justicia y otras instancias multilaterales (de índole comercial o política), será el desarrollo, por parte de la Cancillería, de una campaña de información con todos los gobiernos amigos para que estén perfectamente enterados de nuestras razones y del porqué de la decisión. Nada de esto influirá en la decisión del alto tribunal, pero sí podrá contribuir a que, mientras ella se produce, nuestras relaciones con Nicaragua transcurran dentro de la mayor normalidad posible.
En su decisión, en el seguimiento y, cuando se produzca el resultado, en las consecuencias que este implique, nuestro Gobierno merece el respaldo de todos los ciudadanos, sin pequeñeces ni oportunismo. Y tiene, además, el apoyo de nuestro diario.