Opinión

Los designios del Señor

A propósito de “premios” y un clásico “biombazo”

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Corrían años tempranos de mi carrera de profesor. Era padre de tres hijas y mis emolumentos académicos apenas me habían permitido iniciar el pago de una modesta vivienda en un barrio cercano a la Universidad. Pero no tenía razones para quejarme de mi suerte, entre otras cosas porque confiaba en que, si una de mis pequeñas se llegaba a enfermar, podía recurrir a los servicios de la Caja Costarricense de Seguro Social para que fuera atendida con la misma prontitud y la misma eficiencia que habíamos encontrado, en mis tiempos de estudiante de la Universidad de Lovaina, en la atención médica belga cubierta por la mutual de seguros a la que me había afiliado.








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