
Cuando en 1924, Lenin yacía gravemente enfermo en su lecho rodeado de sus más íntimos colaboradores, balbuceó algunas frases alusivas a su preocupación de que José Stalin fuese nombrado Secretario General del Partido Comunista. Obviamente, éste le inspiraba desconfianza a aquel. A partir de ese momento comenzó a divulgarse una especie de leyenda "blanca" que reducida a términos simplistas podría resumirse así: Lenin el bueno, Stalin el malo.
Sobre la maldad de Stalin no cabe vuelta de hoja. La crueldad de su carácter y su paranoia criminal son bien conocidas por la historia, especialmente desde 1956, cuando Nikita Krushev denuncia sus crímenes en un escalofriante discurso con ocasión del Vigésimo Congreso del Partido tan sólo tres años después de la muerte del déspota georgiano.
Pero en cuanto al padre del Estado Soviético, el perfil de su verdadera personalidad se mantuvo hábilmente en la penumbra durante más de seis décadas, desde su momificación y exaltación a semi-dios hasta hace un año escaso.
Dos publicaciones en 1996, las Memorias de Mijail Gorbachov y The Unknown Lenin de Richard Pipes, una compilación de cartas, telegramas y directrices del dirigente revolucionario, lo dejan al desnudo para horror de todos aquellos que en algún momento creyeron entrever destellos humanitarios en el carácter del líder bolchevique.
Los documentos sobre Lenin, mantenidos durante más de sesenta años en archivos secretos, revelan a un Lenin asesino, intrigante, despreciativo de sus más cercanos compañeros de lucha, constantemente demandando la ejecución de adversarios y la inmediata deportación de escritores y editores contrarios a sus ideas. El volumen forma parte de la extraordinaria serie "Anales del Comunismo" de la Universidad de Yale y fue editado por el ya mencionado Richard Pipes, profesor emérito de historia de la Universidad de Harvard.
Cuando Gorbachov, estando de visita en Nueva York el año pasado para promover su libro, se enteró de la reciente publicación del volumen de Pipes, dijo sonriendo a la prensa: "Sin duda el señor Pipes ha sabido seleccionar los documentos más pertinentes para mostrar a un Lenin terrible". No obstante, estas palabras, el propio Gorbachov no se quedó atrás. "Sólo puedo decir que la crueldad era el mayor problema de Lenin", agregó.
Y siguió diciendo: "Si los rusos hubieran continuado por la senda de la revolución de febrero, si hubieran continuado por el camino del pluralismo político, hubiera sido diferente. Al final del siglo XIX y comienzo del XX, Rusia se estaba desarrollando dinámicamente y si se hubiera mantenido en ese curso hubiera sido mucho mejor".
Algunos piensan que si Gorbachov hubiera dicho esas mismas palabras mientras ascendía vertiginosamente en la jerarquía del Partido, le habrían pedido la renuncia por razones "de salud mental" y le habrían facilitado una escoba para ponerlo a barrer desechos nucleares altamente contaminados...
En todo caso, las expresiones de Gorbachov son una tremenda admisión de fracaso provenientes de un hombre que alcanzó la más alta posición en el Partido Comunista de la Unión Soviética. Sus palabras implican que si la Revolución de Octubre y el mismo Lenin, dos pilares de su propia vida y credo político no hubieran existido, tanto mejor. En su lugar, (como lógica deducción) Rusia pudo haber florecido si los dirigentes de la revolución burguesa de febrero (1917) hubieran sido suficientemente fuertes para rechazar los ataques de los bolcheviques y desarrollarse según los lineamientos capitalistas de Occidente.
Por otra parte, durante su larga y brillante carrera, el profesor Richard Pipes ha sido criticado por considerársele tendencioso y algunas veces hasta cegarse, frente a las virtudes y complejidades del mundo soviético. Varios académicos occidentales de izquierda han argumentado que Lenin fue una figura mucho más compleja que el diabólico revolucionario descrito por Pipes en su monumental historia de los bolcheviques en The Russian Revolution (1990) y Russia under the Bolshevik Regime (1994). Pero Pipes no se amilana frente a las críticas. Se pregunta por qué debe ablandar su corazón a la hora de confrontar los hechos de una revolución que se caracterizó por una crueldad sin precedentes, un gobierno tiránico y un legado de decenas de millones de muertos.
En The Unknown Lenin Pipes acopla 113 documentos que no aparecen en ninguna de las cinco ediciones soviéticas de las obras completas de Lenin. Es comprensible el motivo por el cual las autoridades del régimen mantuvieron en secreto estos documentos para evitar que muchos mitos saltaran en pedazos. En ellos queda patente la ascendencia noble de Lenin; su aceptación de dinero alemán para la revolución; su apoyo y estímulo a la invasión Aliada a Murmansk para disuadir una posible invasión alemana-finlandesa; su autoría intelectual para encerrar en manicomios a los adversarios políticos; no obstante considerársele un estratega político de dimensiones globalizantes, pensaba, muy equivocadamente, en la inminencia de la revolución en Inglaterra y Alemania; en una carta que él le envía a tres líderes bolcheviques en 1918 para aplastar la resistencia de campesinos a la revolución, les ordena ahorcar a un mínimo de cien kulaks (campesinos) para que sirva de escarmiento, además de confiscarles la totalidad del grano almacenado.
A un cierto punto, Lenin declara estar dispuesto a masacrar a los cosacos y a tratar a los judíos y habitantes urbanos de Ucrania con una varilla de hierro. Pero es en su trato con la Iglesia Ortodoxa Rusa cuando Lenin se exhibe de manera más brutal y despiadada. En 1922 intensifica su campaña para barrer los últimos vestigios de religión en la nueva sociedad, ordenando a diestra y siniestra la ejecución de sacerdotes y el saqueo sistemático del mayor número posible de iglesias. Exigía se le presentara una contabilidad diaria del número de curas fusilados. Tampoco debemos olvidar que la orden de asesinar a la familia Romanov en Ekaterinburgo partió directamente del nuevo "zar".
Independientemente del "pulso" entre estos dos señores, Gorbachov el político y Pipes el historiador, para llegar a la verdad histórica, tiene razón Boris Yeltsin cuando dice que a Lenin se le debe dar cristiana sepultura. Porque al enterrar su cadáver embalsamado se desvanecerá el último mito en la larga y sombría historia del Estado soviético.