La danta, también conocida como tapir y cuyo nombre científico es Tapirus bairdii , es un mamífero que habita los bosques neotropicales. Este animal en estado adulto llega a pesar entre 200 y 300 kilos. Entre la hembra y el macho no existe diferencia física que permita su identificación, pues la coloración es similar en ambos.
La danta es un animal de hábitos nocturnos, aunque se levanta de sus echaderos en días calurosos para refrescarse en alguna fuente de agua cercana, donde frecuentemente puede mostrar sus destrezas como buena nadadora y zambullidora, pasando incluso varios minutos sumergida.
Se alimenta de un sinnúmero de frutos, semillas, hojas y cortezas de especies arbóreas, arbustivas, palmas, herbáceas, entre otras. Su actividad alimentaria comienza muy tarde, casi llegando la noche, camina muy silenciosamente por el bosque y avanza muchos kilómetros buscando alimento, agua, pareja, etc. Son animales solitarios, aunque en periodos es posible observar parejas de ellos.
Crías y supervivencia. Las hembras tienen una sola cría cada 13 meses y la cuidan muy bien desde que nace hasta que alcanza unos dos años, lapso en el que el nuevo animal ha aprendido la mayoría de las cosas que tiene que saber para sobrevivir en la selva. En el bosque, este animal prácticamente no tiene depredador natural, a excepción de animales enfermos, viejos, jóvenes inexpertos y crías. El hombre constituye la principal amenaza para la supervivencia de esta especie, pues ha fragmentado su hábitat por deforestación y la ha perseguido por su carne, colocándola en una especie más en peligro de extinción. La danta o tapir es un animal robusto, muy fuerte, que corre en la selva a alta velocidad si se siente amenazado, llevándose consigo todo lo que esté en su dirección. Tiene tal presión en la mandíbula que puede reventar troncos, semillas de coyol ( Rhaphia sp ), etc. muy fácilmente.
Ante la noticia de un eventual ataque que propinó un animal de estos al ministro de Ambiente y Energía Carlos M. Rodríguez, me permito aclarar lo siguiente: Este animal no ataca por gusto aparente al ser humano, más bien es un animal noble, que permite que el ser humano se le acerque. Por otro lado, es parte de su comportamiento natural defender su territorio ante cualquier amenaza y, por naturaleza, las hembras con cría aumentan este sistema de protección, sobre todo si se trata de un depredador que quiere llevarse su crío (amor de madre); en este caso la madre hará todo lo que esté a su alcance para salvar lo que será la consolidación de su especie.
Es importante señalar que este animal, igual que muchos otros silvestres, no distingue quién lo quiere defender o quién le quiere hacer daño, por lo que se recomienda al público en general guardar distancia prudente ante los animales silvestres, con mucha más razón a los que presentan crías.