Sin discusión, la guerra debe ser el último recurso para resolver un conflicto; antes deben agotarse todas las vías pacíficas y diplomáticas que conducen a la paz.
Ahora bien, apelando al sentimiento emocional, muchos creen que la paz en cualquier circunstancia merece un número infinito de oportunidades antes que la guerra. Sin embargo, esa paz relativa y efímera puede ser mucho más perjudicial y puede desencadenar sucesos atroces, que bien pueden evitarse con una acción bélica librada a tiempo.
Juzguemos con hechos si el caso que nos concierne, el de Iraq, cae en esta categoría.
La Guerra del Golfo comenzó en 1990, cuando Husein invadió Kuwait. En esa ocasión no se negoció un tratado de paz, lo que se dio fue un alto al fuego momentáneo, dado que Iraq aceptó las condiciones inequívocas que se le dieron de destruir todas las armas químicas y biológicas, y desmantelar su programa de desarrollo nuclear. En los 7 años que los inspectores de armas de la ONU estuvieron en Iraq, Sadam Husein sólo admitió que tenía una pequeña fracción de lo que fue encontrado y negó rotundamente que tuviera un programa biológico. Los inspectores no supieron de su existencia hasta 1995 cuando un yerno de Sadam lo delató.
Arsenal biológico. Antes de la Guerra del Golfo, según información incautada al Gobierno iraquí, se habían producido 8.400 litros de bacterias del ántrax, 19.000 litros de veneno paralizante botulinum, 2.000 litros de aflatoxina carcinogénica y 2.000 litros de clastridium. Un solo gramo de ántrax contiene un trillón de esporas que, si se dispersan apropiadamente, producen 100 millones de dosis fatales.
En 1990 la Agencia Internacional de Energía Atómica (AEIA) estimaba que Iraq estaba a 10 años de producir la bomba atómica; cuando entraron a hacer inspecciones descubrieron con estupor que Husein estaba a 6 meses de obtenerla ya que prácticamente habían refinado los 20 kilos de uranio necesarios. En el lapso que le permitieron las inspecciones, la AIEA desmanteló 40 complejos de investigación nuclear, incluyendo 3 plantas de enriquecimiento de uranio. Se sabe que actualmente Husein tiene todo para desarrollar un aparato nuclear excepto por el uranio, que se piensa puede obtenerlo en un período de 3 a 6 años.
Tarea inconclusa. Los inspectores de la ONU salieron de Iraq en 1998, cuando su trabajo se tornó difícil debido a la obstrucción, el engaño y el atropello de los oficiales iraquíes. Para entonces ya habían sido testigos de la destrucción de 39.000 municiones químicas, 625 toneladas de agentes químicos, 2.700 toneladas de precursores, 426 equipos de producción y 817 misiles Scud. Pero la tarea no estaba terminada, se sabía que quedaban 6.000 bombas químicas escondidas, 550 piezas de artillería cargadas de gas mostaza, 3,5 toneladas de veneno nervioso VX y un par de docenas de misiles con alcance de 580 km. De 1998 a la fecha, se presume que la construcción de armas no convencionales ha continuado.
Resulta importante hacer notar que esta guerra no es nueva: comenzó en 1990 y, después de 12 años de innumerables inspecciones, resoluciones, ataques ocasionales por parte de la administración Clinton, sanciones económicas y diplomacia, las condiciones de la tregua no se han cumplido. Ante este panorama, ¿cuál debe ser el proceder? Una de dos: terminar la guerra o recompensar y premiar al agresor, que en este caso es un tirano que ha atacado a Kuwait, a Israel, a los chiitas, que usó armas químicas en la guerra que sostuvo con Irán y que mató a 100.000 curdos (mujeres y niños incluidos) administrándoles gases, en su propio país. Júzguelo usted.