Yo creía que vivía en un país pacífico, que el presidente de Costa Rica, como los demás costarricenses, sentía un deber histórico de apostar por la paz y que comprendía que la guerra no es nunca la salida. Pareciera que todas estas creencias no eran más que eso. Hoy, el Presidente, aunque no abiertamente, justifica la guerra. Esto resulta sorprendente pues nunca hay razón para una guerra, y menos cuando las pruebas son tan cuestionadas, cuando la ONU no apoya la iniciativa y cuando la aparente razón (la posesión de armas de destrucción masiva) no es una característica particular de Iraq. La modalidad de guerra preventiva atenta contra todo principio de derecho, se olvida de la presunción de inocencia, se olvida de que no se puede ser culpable antes de cometer el crimen.
Y no es que yo apoye a Husein. Es solo que la guerra no es por los terroristas, las Torres Gemelas, o por brindar la democracia a un pueblo oprimido sino por el petróleo.
Yo estoy en contra de Husein como de cualquier tirano, pero no creo que la forma de deshacerse de él sea una invasión a un pueblo ya de por sí golpeado por la miseria y los traumas de guerras pasadas. ¿Es que acaso su violencia justifica que usemos violencia? Creo que no, ya Gandhi demostró que la violencia genera violencia, no tratemos de justificar lo injustificable.
Incomprensibles razones. Si se apoya la guerra, no solo estamos dejando por el suelo nuestra imagen internacional de país pacífico, estamos atentando contra los principios básicos de un estado de derecho.
Las razones que el Presidente tenga para esto pueden ser muchas, pero escapan mi comprensión.
Por otro lado, es preocupante que nuestro Gobierno ceda en sus principios tan fácilmente.
En el marco del TLC y el ALCA, habrá que irse preparando a que cedamos en todo y no defendamos los intereses del país, pues se temerá las represalias de EE. UU. Ahora bien, me parece recordar que el presidente ha dicho que él no se deja manipular –aunque sí embarcar– si eso fuera cierto entonces no quedaría más que pensar que el Presidente genuinamente apoya a Bush. Aquí, yo no dejo de recordar –sin ánimo de ofender la investidura del Presidente, la cual me inspira respeto– que él invadió Costa Rica cuando lo creyó prudente.
Inexplicable actitud. ¿Será que el Presidente cree en la solución militar, será que, pese a nuestra tradición, quisiera que tuviéramos ejército para ir a ayudar a Bush? Realmente espero que no, pero desgraciadamente hasta ahora, y por más que lo pienso, no logro explicarme tal actitud.
Ojalá que esta crisis en Iraq no se lleve todos aquellos valores con los que fui criada, en un país que hace más de 50 años abolió el ejército. Ojalá que esta invasión a Iraq no demuestre que la democracia ya no tiene sentido pues los presidentes desoyen a su pueblo. Ojalá que la responsabilidad de la muerte de muchos no sea demasiado para los hombros de un país pequeño y sin ejército.