La integración latinoamericana, pese a constituir un mecanismo estratégico para el logro de un acoplamiento exitoso de la región en el proceso de globalización, no pasa por sus mejores días. Latinobarómetro (LB) acaba de presentar en Chile los resultados de su encuesta de 2006 sobre el tema, en un informe titulado “Oportunidades de cooperación regional: integración y energía”, cuyos datos inéditos ponen de relieve tanto mitos como realidades. Entre sus principales hallazgos destacan, por su importancia, los siguientes:
Mientras 62% de los países latinoamericanos prefiere buscar soluciones de conjunto para sus problemas, un nada despreciable 27% prefiere hacerlo individualmente. El país más proclive a buscar soluciones de conjunto es Argentina (74%). Chile, en el otro extremo, es el que registra el porcentaje más bajo (54%), reflejando quizás de este modo el autoaislamiento que durante los últimos años ha mantenido este país en el ámbito latinoamericano.
Sin embargo, la búsqueda del camino propio no es exclusiva de Chile. Bolivia registra el porcentaje más alto por esta preferencia con un 38%, seguido por Ecuador, un 35%, Chile con un 34% y México y Guatemala con un 32%.
En la medición de 2006 disminuye el número de países más amigos, a diferencia de la de 1998 (cuando se realizó por primera vez). En aquel entonces siete países resultaron calificados como más amigos: Brasil, Venezuela, Argentina, México, Colombia, Chile y Perú. Hoy sólo 27% menciona a cinco: Brasil y Venezuela en primer lugar, Argentina en el segundo, Cuba en el tercero y México en el cuarto. Colombia, Perú y Chile ya no figuran en la categoría.
En cuanto a la autoimagen de los países, República Dominicana, Chile, Uruguay y Panamá aparecen como aquellos que mejor la conservan, mientras Paraguay, Bolivia y Perú presentan la autopercepción más baja.
Mejores amigos de América Latina. Estados Unidos mantiene su lugar como mejor amigo de América Latina, pese a haber disminuido su presencia de 32 a 25%. España se sitúa en segundo lugar, con un aumento del 6 al 8%. Japón aparece en tercer lugar con el 3%. Brasil, también con el 3%, es el único país de la región identificado como mejor amigo de América Latina. Empero, el aumento de los entrevistados que no responden a esta pregunta (que pasa del 22 al 33%) evidencia, como bien señala Marta Lagos (directora de LB y autora del Informe), que en América Latina hay la percepción de que la región tiene actualmente menos amigos que hace 8 años.
Por su parte, Estados Unidos (con un 15%) también es identificado como el país menos amigo de la región, seguido de Cuba, Venezuela, Chile y Argentina. Cabe señalar, asimismo, que existen, sobre todo en relación con Estados Unidos, diferencias geográficas resaltables. Mientras los países centroamericanos exhiben una mejor imagen de Estados Unidos, esta se degrada considerablemente en el caso de los países del Cono Sur. Panamá y El Salvador son los países con una imagen neta más positiva (imagen negativa menos imagen positiva) con un 57 y un 48% positivo, respectivamente, mientras Venezuela y Argentina muestran una imagen neta más negativa, con un-45 y -34%, respectivamente. Cabe señalar que solo en cinco países (Venezuela, Argentina, México, Bolivia y Brasil) la imagen neta de Estados Unidos es negativa. En Uruguay registra 0 mientras que en los restantes 12 países resulta positiva. El promedio regional ofrece una imagen neta positiva del 10%.
La opinión de la región sobre Estados Unidos se ha mantenido relativamente alta: un 63%. Su mejor momento se situó en el 2001 con un 73% (ataque de las Torres Gemelas) y el peor en el 2003 con un 60%. La mejor opinión la tienen los dominicanos y los panameños (con un 93 y 90%, respectivamente) y la peor, los venezolanos y los argentinos (con un 30 y un 20%).
Estados Unidos es también el país que los latinoamericanos prefieren como inversionista –el primer lugar con un 24% de las preferencias– seguido por España, con un 8% y Japón, con un 7%.
Lazos entre países. Estos datos muestran que, si bien Estados Unidos conserva aún su liderazgo en la región, ello no debe hacernos perder de vista que su influencia, sin embargo, ha venido disminuyendo de manera significativa durante las últimas décadas, pero, como ya hemos analizado, con diferencias geográficas significativas.
En relación con el tema de la integración, cabe destacar la escasa demanda ciudadana y la debilidad de los lazos entre países pese a la retórica estridente que existe sobre este tema. El 37% no responde. El 30% opina que todos los países de la región (sin distinciones) muestran aptitud para llevar adelante la integración. En el plano individual sobresale Brasil, en primer lugar, como socio favorito en materia de integración (si bien con un porcentaje bajo, de un 6%), seguido de Venezuela con un 4%, y, en tercer lugar, México y Argentina con un 2% cada uno.
Los recursos naturales han adquirido una importancia creciente en América Latina, sobre todo debido al significativo aumento de sus precios. Pero ello ha generado, asimismo, y sobre todo en relación con los recursos energéticos (petróleo y gas), que estos sean considerados desde una doble perspectiva: como una oportunidad para avanzar en materia de integración regional (similar al modelo europeo que arrancó hace 50 años sobre la matriz energética del carbón y del acero), pero también como una peligrosa fuente de conflictos entre los países de la región.
Los datos de LB 2006 evidencian una confianza limitada en los países exportadores de energía, fluctuando entre un 47% (la mayor) de Venezuela, al que le siguen México, con un 46%, Bolivia y Argentina, con un 42%, y Ecuador (la menor) con un 40%.
Pero, indudablemente, el dato de más relevancia sobre este tema señala que un 76% de los entrevistados se manifiesta preocupado porque la competencia por la energía pueda conducir a mayores conflictos, inclusive a guerras entre los países de la región, más que fortalecer la cooperación entre ellos.
Retórica y realidad. En resumen: como destaca el Informe de LB, al igual que en el resto de las otras dimensiones de la confianza (interpersonal, en las instituciones, etc.), América Latina registra asimismo un bajo nivel de confianza entre sus países. Este nivel de desconfianza, unido a débiles lazos de amistad, arroja luces que permiten entender por qué la integración latinoamericana, pese a una retórica grandilocuente, apenas ha avanzado en los hechos, al mismo tiempo que enfrenta actualmente desafíos de gran magnitud enraizados en los valores de nuestra cultura.
Hasta hoy, más que motor de la integración, cooperación y amistad entre los pueblos (como en el caso europeo) la matriz energética ha despertado en la ciudadanía, por el contrario, desconfianza, inseguridad y la preocupación de que produzca mayores conflictos.
Por todo ello existe un riesgo, considerable y real, de que los países, al ver frustrados sus intentos de buscar soluciones conjuntas, opten de manera gradual por buscar respuestas individuales a sus problemas, condenando así a la región y a ellos mismos a volverse cada día más irrelevantes en el actual proceso de globalización.