
Mucho me complace reconocer y exaltar la labor que el presidente de Honduras, Carlos Roberto Reina, y su gobierno, ha cumplido de resistencia en contra del militarismo imperante en su país. A inicios de octubre de 1997, en una acción legítimamente heroica, el presidente de Honduras propició la fiscalización por parte del Estado sobre el manejo del presupuesto militar. Pero, por otro lado, un mes antes, el periódico The Miami Herald afirmó que un grupo de oficiales del ejército hondureño montó una campaña de terror contra el presidente Reina porque "este quería reducir el poder de las fuerzas armadas, al poner bajo control civil a la policía, rebajar los presupuestos militares y limitar la compra de armas". Con base en estas realidades y en otras que es fácil citar, mucho me temo que la declaración del señor embajador de Honduras, don Rafael Leiva Vivas, de que "los ejércitos de estos países han regresado al lugar de donde nunca debieron salir" es un error de apreciación de su parte, y no de la mía, en cuanto al poder que la casta militar sigue ejerciendo en su tierra y en el resto de los países centroamericanos, menos en Costa Rica.
Sueño y realidad. Esta tendencia del señor Embajador de convertir los sueños en realidad, desde luego, no es un pecado únicamente suyo. A través de la historia, las sociedades democráticas han pagado un alto precio en vidas humanas por creer que los sueños, si buscan nobles propósitos, automáticamente tienen que convertirse en realidad. Un catálogo de ejemplos de las consecuencias del pensamiento delusorio para los pueblos democráticos es, tristemente, interminable. Creo que el señor Embajador peca en ese sentido. Me parece una ligereza declarar conquistado el poder castrense por el poder civil en el resto de los países centroamericanos, excluyendo a Costa Rica.
Le recuerdo a don Rafael el repudio de los costarricenses al Parlamento centroamericano, expresado en mil formas. Todas estas manifestaciones claramente expresaron la falta de disposición del pueblo de ceder su soberanía a una entidad política extranjera. El día que este mismo pueblo comprenda que la figura política de la Reunión de Presidentes Centroamericanos, tiene todavía mayor relevancia en el sentido de promover una unión política de los países centroamericanos, puedo asegurarle que reaccionará de igual manera.
Me parece que es inútil insistir en que la renuencia del pueblo costarricense a una unión política con el resto de Centroamérica, no es producto de un nacionalismo irracional. En el fondo, la integración está viciada por una falsedad histórica. La mentira es que Centroamérica está culturalmente preparada en el momento actual para una integración política. También está viciada por una falsedad política que es igualmente evidente. La Declaración de Managua a principios de setiembre de 1997 declara: "La Unión Centroamericana es indispensable para erradicar la pobreza y lograr el mejoramiento significativo de las condiciones de vida, el nivel cultural y el educativo de nuestros pueblos." Nada de esto es cierto.
Cada uno en su casa. Lo anterior no quiere decir que Costa Rica no debe buscar, por los medios a su alcance, la armonización arancelaria contra terceros países, la eliminación de aranceles y otros proyectos de cooperación económica y diplomática entre los países centroamericanos. Comprendemos que probablemente solo a través del puente de un bloque comercial centroamericano, podrá Costa Rica incorporarse a ALCA en el año 2005. Pero también sabemos que independientemente de la suerte que corra el intento de Centroamérica por incorporarse al TLC, este país va a resistir la marejada de las presiones integracionistas, porque sería irónico que por siete años y por un imperativo económico de corto plazo, fuera su pueblo a comprarse los riesgos que su gente percibe de una unión política a largo plazo.
Finalmente, creo que es preferible ser sincero con el señor Embajador. Mi opinión es que el costarricense prefiere enfrentar el futuro junto con sus hermanos centroamericanos, pero no revueltos. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.