No tengo palabras para agradecer a Julio Rodríguez el sarcasmo irónico, la mordacidad burlona de la columna con la que se refiere a mi artículo "San José... south". Lamento que su choteo escamotea el cuestionamiento fundamental bajo el escarnio festivo y zahiriente, sin contestar ninguno de mis cuestionamientos.
¿El artículo "Alta Tecnología en Costa Rica", publicado por Thomas T. Vogel Jr., en el Wall Street Journal y reproducido por La Nación, el martes 7 de abril, es confiable y veraz? Si no lo es, retiro mis opiniones y tomo nota de que La Nación publica información falsa. ¿Afirma Vogel que el Presidente Figueres le otorgó un descuento del 50 por ciento de la tarifa de electricidad? ¿Escribe que una ventaja que motivó a Intel fue la facilidad con que se contratan y despiden trabajadores y que las leyes laborales resultan por eso poco onerosas? ¿Que las universidades de Costa Rica no estaban produciendo la cantidad de ingenieros que necesitarían Intel y otras compañías de tecnología para sus plantas? ¿Intel le ayudó a Costa Rica a decidir las clases que tenía que agregar al programa de estudios y hasta se ofreció a mandar empleados suyos para enseñarlas? ¿Lo escribió Vogel o lo inventé yo? ¿Las ventajas competitivas que cita Vogel son la posibilidad de despedir a los trabajadores sin problemas, construcción de carretera, puente y subestación eléctrica, donación del 50 por ciento de la cuenta eléctrica y horas de trabajo devoto y arduo de una legión de funcionarios públicos con el señor Presidente a la cabeza, todos pagados por nosotros?
No somos socios de Intel. Si todo esto es verdad, tengo derecho de preguntar cuánto nos cuesta a los ticos la inversión nacional en esta inversión extranjera. Los ticos estamos invirtiendo miles de millones de dólares en Intel, ni siquiera somos socios de la corporación y nos hubiera resultado más barato comprar sus acciones en la Bolsa de Valores de Nueva York. Nadie preguntó a la ciudadanía si estábamos de acuerdo en hacer semejante inversión a favor de la transnacional más poderosa del mundo. Lo decidieron en silencio equipos de alto nivel, como Cinde o los jerarcas, que se reunían en secreto en el restaurante Le Monastere a decidir qué hacer con nuestros fondos públicos en tiempos de crisis financiera.
A cambio de esa astronómica inversión pública nacional en Intel, ¿cuáles son los beneficios que recibimos? Sigo sin saber cuál es el beneficio contante y sonante que justifica el costo de incentivar a Intel a escoger este Belén centroamericano de pastores, entre los cánticos de los ángeles guardianes de la inversión extranjera. Dicen algunos voceros de la defensoría de Intel que en sus primeros seis meses de operación ha dejado más de 1.000 millones de colones en manos de los costarricenses!!! ¿Dónde están? ¿Cómo se atreve el señor Presidente a aumentar los precios de los alimentos, autobuses, gasolina, electricidad y agua diciendo que el Estado no tiene recursos?
Contra las universidades. No es Intel lo que interesa, sino el desarrollo nacional, porque como los Mesías transnacionales que hemos tenido, se irá tan de repente como vino. Coincido con el laureado científico Dr. José María Gutiérrez en su preocupación porque grandes empresas transnacionales controlan buena parte del desarrollo científico y las universidades en los países desarrollados estrechan cada vez más los lazos con el sector industrial. El éxito del trabajo académico tiende a medirse, en muchos casos, en términos de su rentabilidad económica y el acceso a gran parte de la información que se genera es restringida, y su conclusión de que sin desarrollo científico tecnológico endógeno no tendremos viabilidad como país en el nuevo milenio, la mera copia y la imitación nos dejarán rezagado. Por eso, Israel negoció con Intel la participación de sus científicos y tecnólogos a todos los niveles de la operación. Disminuyendo el presupuesto del Conicit o de las universidades para investigación y educación científica y tecnológica, mientras se prodigan millones a favor de Intel, no se construyen una ciencia y una tecnología endógenas.
Las universidades en INAS. Tampoco se logra convirtiendo a las universidades en INAS para la capacitación y entrenamiento de empleados en labores puntuales de ensamblaje y prueba, sino formando la masa crítica de científicos y tecnólogos para Costa Rica, no para la NASA o Intel. Coincido con la Dra. Eugenia M. Flores en que el objetivo nacional de transformar una economía agrícola en otra cuyo fundamento es la tecnología, sufrirá graves inconvenientes si el ingreso a la educación superior de los costarricenses mayores de 30 años se mantiene en un 15 por ciento. Cuando la realidad muestra que las políticas y estrategias que afectan el desarrollo de un país están sujetas a su capacidad científica y tecnológica, la cantidad y calidad de los recursos humanos se convierte en el bien más preciado, porque en ellos descansa la capacidad de absorber, adoptar, adaptar y mejorar nuevas tecnologías, así como de generar y utilizar nuevos conocimientos. Las alianzas, acuerdos y convenios con la empresa privada constituyen mecanismos para accesar fondos que deben ser estimulados, y como ella misma afirma, sin que la universidad deje de ser un foro permanente, abierto a la discusión, al intercambio de ideas, a la crítica constructiva, al análisis de los problemas nacionales, no simples estados académicos libres asociados con las transnacionales.
Piezas de Intel pronto obsoletas. Admiro y respaldo la observación del Dr. Rodrigo Zeledón de que compañías como Intel tienen muy claro que si bien la tecnología es el motor del desarrollo, esa tecnología, sin el combustible adecuado que es el conocimiento científico, no funciona, y lamento que en este caso no se han mirado los beneficios a un mayor plazo en este campo, que hubieran abierto el camino para que los científicos y tecnólogos costarricenses fueran tomados en cuenta al menos en algunos de los proyectos de investigación de Intel, que, irremediablemente, llevarán a la obsolescencia, en un futuro cercano, las piezas electrónicas que hoy día se lanzan al mercado como gran novedad. Es urgente preparar a los jóvenes para resolver los problemas de la empresa nacional a toda escala, especialmente las suplidoras de bienes y servicios para las empresas tecnológicas, porque, como dijo el presidente de la Unión de Cámaras, Samuel Yankelewitz, respecto de la poca disposición de las transnacionales a comprar en el mercado local: "No tiene gracia que vengan solo a consumir mano de obra".
"Banana Republic"de chips. Hay que negociar con las transnacionales una transferencia tecnológica a través de las neuronas de nuestros científicos y tecnólogos nacionales, creando equipos de investigación en todos los niveles, para que el valor agregado no sea la obra maquilera de las manos sino la obra cognoscitiva de los cerebros. Para adoptar el modelo de desarrollo fundamentado en la tecnología, tenemos que romper las barreras a la capacidad nacional para producir nuevos conocimientos científicos y tecnológicos, como escribió el Ing. Alejandro Cruz en el Día de la Ciencia, nuestro país debe producir bienes y servicios con los mejores conocimientos, alcanzando así la competitividad requerida para mejorar las condiciones de nuestra economía y, por ende, las condiciones de vida del pueblo costarricense. Por eso, es un insulto y una porquería llamarnos "San José... South", nueva "banana republic" de los chips, cuando nuestra vocación es ser una Costa Rica enriquecida por el conocimiento, el talento, la creatividad y la dignidad de sus ciudadanos.