Entre las artes, el cine las absorbe todas. Hay tres artistas que destacan y a ellas voy a referirme hoy. Las dos primeras son dos suecas: fría una, caliente la otra. Reseño a Greta Garbo y a Ingrid Bergman. La juventud ni las conoce, peor para ella.
Me apoyo en tres libros: la memoria, flamante e inolvidable en los años mozos, Cine o sardina , del cubano Guillermo Cabrera Infante, y Cinema, year by year – 1894-2003 .
Greta Garbo. En la cúspide, al inicio y a la mitad de la década de los 20, emergió Greta Garbo en los tórridos pero ficticios romances de Carne y diablo con su gutural acento de hielo y –apunta Cabrera– declamación desmadejada y desdeñosa. Fue durante varias décadas la summa del cine, menospreciando esta virago sueca la hombría de Robert Taylor en La dama de las camelias, al punto de que el galán de la historia resulta con modales femeninos. Su nombre original fue Greta Gustaffsoon –despreciado en Hollywood–, y a sus enamorados tenían que montarlos en cajas o ponerles zapatos tres números mayores para disimular la altura y los grandes pies de la escandinava. Imborrables las películas Mata Hari, Susan Lennox, Ana Karenina, La reina Cristina y Ninotchka. En 1941 se retiró del espectáculo a musitar repetidamente su depresiva frase predilecta I want to be alone, erotizante y asexual, según el escritor cubano, como ella, quien encubría su bello rostro bajo los afeites de una máscara de misterio, detrás del cual se esconde un enigma. Rutilante estrella fugaz, ya apagada.
Ingrid Bergman . Fresca, radiante, siempre con rostro joven y preciosa sonrisa, Ingrid Bergman fue la antítesis. Enloqueció en una isla italiana al director Rossellini, quien tiró toda su vida por la borda para lograr su sexo. Extraña ironía. Eclipsó y enamoró a todos menos a Humphrey Bogard en Casablanca, y a Cary Cooper en Por quién doblan las campanas. Sus actuaciones son eternas: Anastasia, Gaslight o La luz que agoniza, Elena y los hombres, El expreso de Oriente y muchas más, todas mejores que la anterior. Su rostro fue un iceberg festivo, pero consumiéndose como una pavesa ardiente. Siempre se le saludaba con el brindis de impenetrable inglés que le hizo Bogard: “Here’s looking at you, kid”.
Brigitte Bardot . La tercera es una parisiense también ignorada por los jóvenes, distinta a todas, otra época, nuevas modas, pícara, sensual, vestimenta diferente –blue jeans y minifalda–, escote pronunciado, pechos turgentes, contemporánea aún exquisita, Brigitte Bardot.