Claro que la canción esa alude a la ciudad andaluza, pero tomo el verso por su polisemia: construyamos una Granada, como la de Nicaragua, una ciudad universal, patrimonio de la humanidad, donde el pasado y el futuro se abrazan hoy. En ese extremo occidente de Occidente, hace unos 150 años, un hombre nacido en Bruselas, C.F. Henningsen, lugarteniente de Walker, llegó a poner un letrerito (prueba irrefutable de que había estudiado latín y sabía historia antigua): "Aquí estuvo Granada"; igual aquí, hace apenas un par de décadas, Mejía cantaba al fusil "FAL" también belga, en el combate contra el nuevo filibustero. El mismo término Granada evoca fruta o arma. Prefiero lo primero; interesados en lo segundo, por favor abstenerse. En esta isla en el tiempo, profesores de diversas latitudes nos reunimos a discutir sobre ética, en el V Congreso Latinoamericano de Humanidades. Muchas ponencias, cantidad de comentarios y hasta el comunicado final se vieron condicionados por los eventos del 11 de setiembre, en Nueva York.
Isla en el tiempo. Como Antigua Guatemala, Granada también constituye una isla en el tiempo. Nuestro escenario de reflexión era el convento de San Francisco, allí mismo donde en 1537 estuvo el gran Bartolomé de las Casas, preclaro precursor en otra mundialización, con un encuentro nada cariñoso de culturas. Entre los colegas latinoamericanos se notaba aquello para lo que el alemán tiene una palabra tan apropiada: Schadefreude , una especie de placer sádico en la desgracia del otro.
La idea resulta contraproducente e instauradora de un círculo vicioso. Distraído como soy, me puse en más de un momento a caminar por la ciudad, a pensar. Me vino a la mente el poema "Pax" de Darío, de 1916, de palpitante actualidad; pensé en otro verso: " dale limosna, mujer/que no hay peor nada/que ciego ser/viviendo en Granada ".
Quién sabe si la legión de bicicletas, por doquier allí, me hizo acordarme de imágenes de mi tierra. Granada es como Brujas. Son dos cápsulas remanentes de épocas pasadas, dos puertos de colosal importancia antes. Nada menos que Dante cantaba la Brujas de Flandes, por sus diques y su contacto con la cultura mediterránea (por algo le decían la Venecia del norte); respecto de Granada, fundada al mismo tiempo que León y la villa de Bruselas en Costa Rica, en 1524, constituía la llave de acceso a este Estrecho dudoso que todavía Cardenal canta magistralmente; era el paso obligado hacia el "Lejano Oeste" californiano, con su promesa de oro. A los dos puertos los venció el tiempo y la arena (por algo aquel se mide con esta). Ahora bien, Georges Rodenbach escribió a fines del siglo XIX una magistral novela modernista Brujas la muerta , que influyó a muchos de la vieja guardia por aquí; falta quien cante en términos igualmente simbólicos a la vieja Granada. ¿Jorge Eduardo Arellano, académico e investigador granadino, además de ciudadano universal, será el llamado?
Resurgir de las cenizas. Las dos ciudades resistieron tempestades diversas, pero sobreviven heroicamente y son ahora escenarios para turismo, convenciones y congresos. Brujas es una ciudad opulenta; Granada, pese a la miseria que la aflige (como a toda "Nicaragua, Nicaragüita"), no es la primera vez que resurgirá de sus cenizas. Ambos conglomerados constituyen imanes en busca de convivencia humana, ahora en esa casa, este planeta de todos. Pero otro que cree tener la lámpara única de la civilización está por dejar un letrerito en Afganistán: "Aquí estuvo Kabul". Con eso de "ojo por ojo", nos quedaremos todos ciegos.