Cuando la potencia mundial ascendente cambia su personal político, examina su recorrido de los últimos cinco años y se plantea objetivos para la mitad del siglo, es necesario prestar atención, en momentos en que el mundo vive serios conflictos, no solo en Asia del este, sino también en Asia central, el Medio Oriente y Europa.
El 19.° Congreso del Partido Comunista de la República Popular China (PCC) tiene una gran significación por las líneas políticas que se han aprobado y por las renovaciones en el Comité Central, el Politburó y su Comité Permanente.
El informe de Xi Jinping ante el Congreso sintetiza las principales líneas de su pensamiento que ha sido incorporado a la Constitución del PCC, al mismo nivel que el pensamiento de Mao y la teoría de Deng Xiaoping; esta incorporación testimonia la gran acumulación de poder que ha alcanzado el presidente.
El eje principal del pensamiento de Xi es su caracterización del inicio de una nueva era (2017-2049) como un socialismo con peculiaridades chinas. Para el PCC este pensamiento se ubica en los desarrollos teóricos del marxismo-leninismo, del pensamiento de Mao Tse-Tung, de la teoría de las tres representatividades de Jiang Zemin y de la concepción del desarrollo científico de Hu Jintao; el pensamiento de Xi no es sino el último logro en la adaptación del marxismo al contexto chino.
Etapas. EL PCC ha elaborado un plan de desarrollo en dos etapas con la finalidad de convertir a China en un país socialista moderno. La primera etapa (2020-2035) consistirá en promover la modernización para alcanzar una sociedad modestamente acomodada. En la segunda (2035-2049) se tratará de lograr un poderoso país socialista moderno, próspero, democrático, civilizado y hermoso.
En ambas etapas, el Estado deberá responder a demandas crecientes por una mejor calidad de vida, el imperio de la ley, la equidad y un crecimiento económico de alta calidad.
En su discurso, Xi insistió en que China continuará su política de apertura, aunque no mostró el mismo entusiasmo con los mecanismos de mercado que sus antecesores.
Su preocupación por una China bella coincide con su continuado apoyo a los acuerdos sobre el cambio climático.
El tema de la modernización militar ocupó un espacio importante en su informe con miras a tener, en el 2049, un Ejército de primer orden mundial. La instalación de una primera base militar en Yibuti y el desarrollo de una marina de guerra, apoyada ya por dos portaviones son signos claros de sus aspiraciones a convertirse en potencia militar global.
Nuevo concepto. En el campo de la política internacional, se reiteró el discurso de que China jamás aspirará a la hegemonía, pero surgió un nuevo elemento. Hasta ahora China se ha presentado como el más avanzado de los países en vías de desarrollo, pero ha evitado presentarse como modelo y Xi introduce este concepto en su discurso, al invitar a estos países a adoptar su modelo para “acelerar su modernización a la vez que preservan su independencia”.
Los grandes logros de su gestión fueron vinculados a su campaña contra la corrupción que ha llevado a más de un millón de sanciones contra miembros del PCC, utilizando para ello la comisión de disciplina del partido, liderada ahora por Zhao Leji, fiel partidario de Xi.
El presidente Xi no solo ha sido duro con la corrupción, sino que ha endurecido sus posiciones con respecto a los activistas de derechos humanos, abogados y organizaciones de comunicaciones. Desde este punto de vista, el reforzamiento del partido como instrumento de control social es uno de sus objetivos primordiales para el nuevo período.
El partido ha cambiado desde la época de Mao, las normas políticas se han institucionalizado parcialmente. Bajo Mao era la ley de la selva; a partir de 1978 se han implementado nuevas reglas relacionadas con los procesos de sucesión y retiro de los dirigentes (68 años). Las instituciones del partido funcionan sin el recurso a las purgas de Stalin o a los excesos de la Revolución Cultural (1966-1976), los dirigentes ejercen su poder apoyándose en la ley y en la restauración de la cultura tradicional (Confucio). El resultado ha sido la estabilidad política durante los últimos treinta años.
A lo anterior, debemos agregar el sentimiento nacionalista, muy importante en una nación cinco veces milenaria y combustible esencial para la esperanza del renacimiento de China como potencia global.
Desde el punto de vista de la política exterior, la idea del sueño chino, el rejuvenecimiento de la gran nación china, se constituye en elemento crucial de apoyo para iniciativas como la Ruta de la Seda, que busca conectar China con Occidente por medios de transporte terrestre y marítimo a lo largo de Eurasia, objetivo geopolítico crucial para vencer sus vulnerabilidades en las rutas marítimas.
El gran sueño chino significa también el deseo de colocar al país en el centro de la escena internacional luego del perfil bajo y el ascenso pacífico. Este congreso nos ha mostrado una China sin complejos, orgullosa y deseosa de dejar atrás las humillaciones a las que fue sometida por las potencias coloniales.
Renovación y fortalecimiento. La renovación del Politburó y del Comité Permanente revela el fortalecimiento del presidente Xi. En el primero, más de dos tercios de los nuevos miembros son afines al presidente; en el segundo, cinco de los siete miembros tienen profundas afinidades con él, tal es el caso del ideólogo Wan Huning, exprofesor universitario y encargado de la propaganda e ideología partidarias.
Estos nombramientos refuerzan el papel y control de Xi sobre el partido, pero también la creciente fuerza del partido frente al Estado, luego de que en los años 80 se intentó una cierta separación entre ambos. La no designación de un heredero de Xi refleja su poder, pero también la posibilidad de que su mandato de extienda más allá del 2022, fecha del próximo congreso.
Xi ha decidido reafirmar el papel dirigente del PCC como instrumento de disciplina frente a la corrupción, como herramienta reguladora de la economía y de la sociedad, y como productor de normas de legitimidad política.
En un libro reciente, Xi insistía sobre los problemas de la gobernanza, y es que más allá de la personalización del régimen en torno a él, su gestión política deberá ocuparse de mantener equilibrios fundamentales para el buen funcionamiento del sistema político. En primer lugar, deberá conciliar la institucionalización del régimen con el nuevo proyecto político para el 2049; en segundo lugar, deberá arbitrar entre meritocracia y fraccionalismo (grupos, regiones y generaciones). Finalmente, deberá vigilar por el mantenimiento del equilibrio entre la liberalización-apertura y el control de la sociedad.
La ideología del PCC cumplirá un papel fundamental en esto, cuerpo de ideas que se estructura en torno a una concepción centralista del poder político y del derecho, así como de una afirmación soberanista. El sueño del rejuvenecimiento de China va acompañado de un discurso sobre su “excepcionalismo” cultural, lo que permite movilizar simultáneamente la tradición cultural, cuestionar la democracia liberal e integrar los residuos del marxismo en conceptos ambiguos como el socialismo de mercado.
Lo que es evidente es que el presidente Xi sale fortalecido internamente, lo que le da un aire muy amplio a su proyecto la Ruta de la Seda, la construcción de islas artificiales en el mar del Sur de la China, la convergencia con Moscú, el acercamientos con Europa y lo deja en excelente posición interna y externa frente a la próxima visita de Donald Trump a China.
El autor es politólogo.