
Pareciera que se pretende establecer licencia para traer de ayer al presente frases machistas, indignantes, que cosifican, y, obviamente, denigrantes, escudándose precisamente en eso, en que “antes se usaban”.
El asunto lo puso de relieve el presidente Chaves con una desacertada expresión que lanzó en Guanacaste, en julio pasado, en relación con una niña que asistió a las celebraciones de la Anexión del Partido de Nicoya. Eso, por supuesto, levantó todo un polvorín, porque desde hace décadas se viene luchando contra el lenguaje inapropiado, grotesco y menoscabador de la condición humana, especialmente en detrimento de la mujer.
Pero he ahí que para justificar el desaguisado presidencial, hay quien, en su oficio de escudera del mandatario, lo disculpó diciendo que eso era normal hace muchas décadas.
Por ese camino, se corre el riesgo de desempolvar muchas frases oprobiosas que ayer nomás eran moneda común y que, evidentemente, socavan, disminuyen o atropellan la dignidad humana.
Hace como dos siglos, el filósofo Schopenhauer (1788-1860) decía que “las mujeres son animales de cabellos largos e ideas cortas”.
Y aquí en nuestro terruño, hace décadas, era frecuente oír decir a cualquier zopenco, cuando un varoncito se soltaba en llanto: “A llorar a la maternidad”. O bien: “Solo las mujeres son acusetas... sea macho y quédese callado”.
Asimismo, hace unos 40 años, era común escuchar expresiones de este calibre: “No llore como una mujer lo que no supo defender como un hombre”.
Cuando un pequeño movimiento, visionario y valiente, levantó la bandera para que se estableciera el derecho de las mujeres a emitir su voto electoral, allá en las décadas de 1920 y 1930, hubo voces de connotados señorones expresando su oposición a tal propósito aduciendo que las mujeres no tenían capacidad para decidir sobre asuntos políticos, principalmente porque a ellas las manejaban sus esposos. ¿Creerán estar siendo manipuladas algunas de esas damas que tienen hoy por oficio defender a ultranza a su idolatrado político un día sí y otro también?
Pero hay algo muy revelador en eso de que en otros tiempos era usual ese lenguaje soez a fin de justificar el exabrupto del mandatario en Guanacaste. ¿Será que nuestro señor presidente está empantanado –“enclochado”– en otra época de la cual no hay manera que salga y se ponga al día con fundamentos básicos de sanas relaciones humanas o simple urbanidad, así como que ponga en marcha una infinidad de urgentes proyectos?
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Enrique Tovar es periodista.