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Es viernes de faro y Puntarenas se transforma

Esta iniciativa tan espontánea como comunitaria hace que recuperemos el espacio público perdido, le demos vida, lo hagamos más seguro. Y en ese breve trance, sentimos una conexión real y humana, tan necesaria en tiempos tan oscuros

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―Fue difícil dejar todo esto cuando nos fuimos a San José―, me dijo Sonia, sentada en su silla portátil frente al faro, en el Puerto, ya ahí por donde se estira el último tramo de la punta de arenas. Aunque es viernes, no jueves –el mejor día, según los conocedores–, igual la cumbia suena de fondo, intercalando con salsa y merengue. Humean las carnitas, la brisa refresca y todos, sentados o meneando las caderas, nos contagiamos por una complicidad con aroma a sal.








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