
El pasado sábado 6 de diciembre vivimos una de las jornadas electorales más intensas y significativas para el Colegio de Abogados y Abogadas de Costa Rica. Desde temprano, una fila de agremiados rodeaba por completo el Edificio Fundadores, de la sede central en Zapote, mientras miles más acudían a votar en alguna de las diez sedes habilitadas a lo largo y ancho del país.
La participación superó los 5.000 votos y los resultados fueron anunciados poco antes de las 20:00 horas. La agrupación Integra Iuris obtuvo un respaldo mayoritario en todos los puestos, con diferencias superiores a 800 votos frente a la otra papeleta, Innovación, según la tabla oficial divulgada la noche del sábado.
La alta asistencia a las urnas demuestra que el gremio legal busca activamente un nuevo rumbo para el Colegio: un rumbo orientado a la transparencia, la participación y la visión de futuro. Esta jornada no fue solo administrativa; fue un claro llamado a renovar y reafirmar el compromiso institucional.
Este semestre, dentro de mis procesos de investigación sobre la historia contemporánea de Costa Rica, analicé el periodo liberal (1870-1914), marcado por la codificación jurídica, la secularización del Estado y el surgimiento de instituciones destinadas a moldear una identidad nacional moralizante. En esa coyuntura –y como parte de ese proyecto moderno– nació, el 6 de agosto de 1881, el Colegio de Abogados.
Pocos días después, El Mensajero celebró la creación del Colegio como una “institución científica, docente y consultiva destinada a ilustrar los estudios del Derecho y a dignificar la profesión” (12 de agosto de 1881). Casi un siglo y medio después, la claridad de ese ideal –exigente, ético y público– nos interpela.
Ese espíritu fundacional también se expresa en la presencia histórica de la abogacía en la vida republicana: 21 abogados han ocupado la silla presidencial desde 1848. Este dato no es anecdótico; es evidencia del papel que la profesión ha desempeñado en la construcción del Estado costarricense.
Por eso, lo ocurrido el sábado adquiere especial relevancia. En redes sociales abundaron reflexiones sobre la necesidad de modernizar la institución, revisar el proceso de incorporación profesional, fortalecer la educación continua, abrir la discusión sobre la ordenanza del fondo de pensiones y recuperar un liderazgo técnico real ante los grandes temas nacionales.
Muchos de esos comentarios coinciden con las conversaciones que se dieron espontáneamente en las filas. Como me dijo el colega Manuel F. Yglesias Mora, con quien coincidí, la tarde del sábado: “La fila era larga, pero eso no cambió la voluntad de ninguno. Con un estoicismo fácil de viejos amigos, hicimos setenta minutos de espera conversando, reencontrando colegas; se me cortó la espera”. Esa frase resume con precisión el clima de la jornada: paciencia, civismo y esperanza.
El Colegio que nace después de esta elección tiene tres tareas inmediatas:
1. Restituir la excelencia profesional, evaluando con seriedad la idoneidad de quienes se incorporan y fortaleciendo la educación continua con estándares verificables.
2. Asegurar transparencia y orden administrativo, actualizando procesos, abriendo datos y garantizando reglas claras que devuelvan confianza.
3. Recuperar su voz pública, participando activamente en debates sobre reforma judicial, ética profesional, seguridad jurídica y fortalecimiento institucional.
Con este mandato ciudadano, Integra Iuris debe convertir la movilización del sábado en resultados concretos que restablezcan la dignidad de la profesión y la relevancia institucional del Colegio. El reto central es traducir el deseo de cambio en transformaciones efectivas y sostenidas.
Como abogado incorporado desde 1999 –última generación del siglo pasado– y como estudiante de Historia que ha revisado los orígenes del Colegio, considero que esta elección representa una oportunidad histórica para devolver al Colegio el ideal del 6 de agosto de 1881: ser una institución honorable, rigurosa y al servicio del país, nunca de sí misma.
El pasado del Colegio no es un adorno: es una brújula. Y lo que vivimos el sábado demuestra que miles de abogados estamos listos para volver a caminar en esa dirección.
Esteban Chaverri Jiménez es abogado y estudiante de Historia.