
Hace unos días, entré a la página web del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) para hacer el traslado electoral y poder votar desde España, donde resido. Para mi sorpresa, me encontré con un proceso más propio del papel que de la pantalla: firmar en físico, capturar huellas con tinta, hacer fotos y subir archivos.
Nada imposible, pero demasiado tedioso para algo tan importante como participar en unas elecciones. Terminado el trámite, me quedé pensando: la transformación digital de verdad no mueve solo los trámites presenciales a Internet; elimina pasos y suma confianza.
Lo que está en juego
Según cifras recientes, más de 60.000 costarricenses están empadronados en el exterior, dentro de un padrón total de 3,7 millones de electores. La mayor concentración se da en consulados como Nueva York, Miami, Los Ángeles, Atlanta, Houston, Washington D.C., Managua, Madrid, Ottawa y Ciudad de México. Detrás de esos números, hay gente estudiando, trabajando, cuidando familias: ticos que quieren ejercer sus derechos desde fuera.
Facilitar estos procesos no es un capricho tecnológico. Es participación democrática, eficiencia del Estado y confianza pública. También es una manera concreta de decirle a la diáspora: “Importan; vamos a ponérselo fácil”.
Digitalizar no es sumar trámites en línea: es restar pasos
En los últimos años, hemos abierto portales, subimos formularios y habilitamos trámites “en línea”. Fue un avance necesario, pero ya no alcanza. El éxito hoy no se mide por la cantidad de servicios disponibles en la web, sino por cuánta gente los usa sin atascarse.
Las métricas que importan son otras: tasa de finalización, minutos para completar un trámite, incidencias, satisfacción y accesibilidad (¿funciona bien desde un celular común, para una persona mayor, con una conexión a Internet normal?).
Si estos indicadores mejoran, la transformación ocurre. Si no, solo trasladamos la burocracia de la ventanilla a la pantalla.
Identidad confiable: el punto de partida
Todo flujo digital comienza respondiendo a una pregunta básica: ¿quién sos? Si esa verificación se resuelve de forma sencilla, privada y segura, todo lo demás fluye. Hoy ya es posible hacerlo a distancia con métodos que combinan la cédula y una verificación biométrica, como un selfi, capaces de detectar intentos de suplantación, incluso deepfakes. Lo importante es que sea un proceso seguro, simple y voluntario. El equilibrio es la clave:
- Seguridad efectiva, sin fricción innecesaria.
- Privacidad por diseño: pedir solo lo necesario, protegerlo bien y ser transparentes con su uso. El consentimiento debe ser libre e informado.
- Trazabilidad y auditoría para aprender y mejorar. Si, además, esa verificación puede reutilizarse en otros servicios públicos, lo digital deja de ser un trámite aislado y se convierte en una experiencia coherente para la persona, el funcionario, el trabajador, etcétera.
Tres principios para acelerar sin romper nada
Acelerar sin perder confianza exige tres principios claros: restar pasos innecesarios, porque la simplicidad es una decisión estratégica; garantizar privacidad y seguridad desde el diseño, con menos datos y más transparencia, y asegurar accesibilidad real, para que lo digital funcione en cualquier contexto, para cualquier persona.
Lo que ganamos
Cuando un trámite se hace rápido, claro y seguro, ganamos todos: ciudadanía, Estado y democracia. Mi intento de votar desde el exterior lo confirma: la clave no es poner más trámites online, es quitar obstáculos. Si diseñamos para la gente, la transformación digital pasa de promesa a realidad útil y accesible.
juanfernandocampos11@gmail.com
Juan Fernando Campos Bulgarelli es un comunicador especializado en relaciones públicas y comunicación estratégica, con amplia trayectoria en el sector tecnológico, particularmente en el ámbito de la identidad digital y la verificación biométrica.