
La trata de personas es un delito grave que se perpetra en distintas formas: a veces, asociado a crimen organizado de escala global o regional, con impactos nacionales o locales, impulsado por redes criminales, y otras veces, solo a escala nacional o realizado por grupos pequeños o por individuos. Todas las modalidades se caracterizan por vulnerar derechos fundamentales del ser humano y lucrar con la explotación humana.
En adición, este delito no suele cometerse de manera aislada, sino, en muchas ocasiones, concatenado con otros crímenes, como el blanqueo de capitales procedentes de la trata de personas.
Cada año son detectadas más personas víctimas de este flagelo; la tendencia es que cuando la trata de personas es perpetrada por el crimen organizado, las víctimas son trasladadas a mayores distancias, sometidas a más violencia, durante periodos más prolongados y con mayores ganancias para sus victimarios.
Entre 2020 y 2023, se detectaron más de 200.000 víctimas de trata a nivel mundial. Sin embargo, esta cifra representa solo la punta del iceberg. Se estima que el número real de casos no denunciados es mucho mayor, lo que evidencia la magnitud de este delito oculto y silencioso.
Por ello, urge fortalecer el acceso a la justicia de las personas en mayor riesgo de ser víctimas, dando a conocer las opciones de protección y atención asociadas y fortaleciendo las investigaciones proactivas.
Las redes criminales aprovechan para facilitar la trata transfronteriza a gran escala: las rutas migratorias, las cadenas de suministro globales, las lagunas legales y económicas, así como las plataformas digitales, el silencio de los testigos y los desafíos en la coordinación internacional para combatir el delito.
Estas organizaciones obtienen enormes beneficios económicos mediante el trabajo forzoso, la explotación sexual, la coacción de personas para que participen en actividades delictivas como fraudes en línea o tráfico de drogas; el matrimonio servil, la extracción ilícita de órganos y cuanta forma de explotación del sufrimiento humano.
Tanto los clientes explotadores, que son conscientes de este delito, como los entornos que, a sabiendas, lucran con los flujos ilícitos provenientes de este delito, forman parte de esta dinámica delictiva.
Para combatir eficazmente el delito, se requiere entender que se trata de un crimen dinámico y complejo, y que son necesarias las investigaciones proactivas, la cooperación internacional, la protección internacional a las víctimas y sus dependientes o personas relacionadas. Es fundamental fortalecer la actuación policial, aplicar leyes estrictas y utilizar herramientas tecnológicas para identificar y desmantelar las redes criminales. Con esto, se evita que alimenten otras forma de delincuencia y minen la seguridad de las sociedades.
Además, es clave atacar las finanzas del crimen organizado. Seguir el rastro del dinero ilícito permite desarticular las estructuras económicas que sustentan estas redes. Sin embargo, esta tarea debe ir acompañada de una estrategia centrada en las víctimas: hay que garantizar su protección, el acceso a la justicia, y su recuperación física, emocional y social, junto a la restitución de derechos y la reparación de todo daño, incluyendo el daño al proyecto vital. Es justo que el producto del delito regrese en forma de indemnizaciones a las personas víctimas.
La campaña de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) de este año contra la trata de personas pone énfasis en el papel esencial de las fuerzas del orden y del sistema de justicia. Su labor no solo consiste en capturar a los responsables, sino también en prevenir el delito, proteger a las víctimas y sensibilizar a la población. Instamos a los cuerpos policiales, a las autoridades migratorias, a los organismos internacionales y a las unidades especializadas a redoblar esfuerzos y asumir un rol activo en la detección de casos.
Una herramienta poderosa es el uso estratégico de plataformas digitales para difundir información, fomentar la denuncia y orientar a las posibles víctimas. Asimismo, la presencia física de las autoridades en puntos críticos como terminales de transporte, aeropuertos o pasos fronterizos puede ser determinante para identificar situaciones sospechosas y brindar asistencia oportuna.
La trata no se combate solo con leyes, sino con compromiso, coordinación y compasión. Solamente uniendo esfuerzos podremos romper el ciclo de explotación y dar esperanza a quienes hoy viven en la sombra del crimen organizado. La indiferencia no es una opción.
Es hora de desmantelar las redes criminales y construir un mundo donde la dignidad humana no sea una mercancía.
Sylvie Bertrand es representante regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito para América Central y el Caribe.