
Trinidad – Actualmente, la sostenibilidad se ha convertido en la base de casi todo el pensamiento económico. Es esencial no solo para la recuperación económica ahora, sino para asegurar la paz y la seguridad mañana.
Es necesario incluir la sostenibilidad en nuestro pensamiento porque, como sociedad global, estamos tomando muchos riesgos. En los últimos dos años ha habido varias crisis: de energía, alimentación, cambio climático y recesión global. Me temo que lo peor aún no llega. En efecto, si la actual crisis económica mundial no se maneja de forma adecuada, podría convertirse en una crisis política total –definida por disturbios sociales, Gobiernos debilitados y pueblos irritados que han perdido la fe en sus líderes y su futuro.
Además, está empezando una nueva era de austeridad. Nos estamos enfrentando a más problemas con menos recursos. Los presupuestos nacionales se han contraído. Los programas de ayuda se están restringiendo. Las contribuciones voluntarias se están interrumpiendo.
Motivos para optimismo. Con todo, existe una tercera realidad, que da motivos para el optimismo: los desafíos a que nos enfrentamos están interrelacionados, de forma que, si actuamos con inteligencia e identificamos y utilizamos las interconexiones entre estos problemas, las soluciones para cada uno de ellos pueden ser las soluciones para todos. Podemos sacar más provecho de cada dólar, peso o real y encontrar caminos efectivos, eficientes y duraderos hacia un futuro más sostenible, incluyente y próspero.
En la reciente cumbre del G-20 en Londres, los líderes mundiales reconocieron explícitamente estos vínculos. Acordaron un estímulo global que sea del interés de todos los países, no solo de unos cuantos. Se declararon en contra del proteccionismo y reconocieron que los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas son un motor de desarrollo, crecimiento y creación de empleos de calidad en todo el mundo. Dieron un gran paso hacia un “New Deal verde” y prometieron llegar a un acuerdo en la conferencia sobre cambio climático de Copenhague en diciembre.
Esto último es vital. He visto cómo se reducen los glaciares en la Antártida y los Andes. He presenciado los efectos de la deforestación en la selva amazónica brasileña y la pérdida de biodiversidad. La existencia misma de algunos países del Caribe, incluyendo partes de Trinidad y Tobago, podría verse amenazada si sube el nivel del mar.
Pero se necesitará un liderazgo audaz y visionario para obtener un pacto sucesor del Protocolo de Kioto en Copenhague a fin de año. El acuerdo que se alcance tendrá que ser ambicioso, efectivo y justo, y ofrecer a los países ricos formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y al mismo tiempo apoyar a los países pobres a medida que se adapten al impacto adverso del cambio climático.
Debemos proteger a las poblaciones vulnerables, incluyendo a los pueblos nativos, y necesitamos incentivos fiscales para preservar los bosques y los medios de subsistencia de quienes dependen de ellos. Al abordar el calentamiento global, también nos ocupamos de la crisis económica –empleos verdes para un crecimiento verde–.
Agenda de prosperidad. Todos podemos ver los vínculos entre el crecimiento económico y la estabilidad política, la democracia y los derechos humanos. Para mí, como secretario general de las Naciones Unidas, la seguridad económica y social colectiva es un principio elemental de justicia –de justicia social global–. Pero, para alcanzar estos objetivos, debemos pensar y trabajar para que la agenda de sostenibilidad sea lo que debe ser: una agenda de prosperidad.
Habrá oportunidades para hacerlo en la reunión del G-8 en Italia en julio y en la cumbre sobre cambio climático en la ONU en septiembre. Por mi parte, me comprometo a reunir a las Naciones Unidas de forma coordinada, decisiva e innovadora para que esta agenda se haga realidad.
Crearemos un nuevo mecanismo a fin de coordinar financiamiento adicional destinado a la seguridad alimentaria para ayudar a las naciones vulnerables a capear el temporal. Apoyaremos un Pacto Mundial para el Empleo –una estrategia de recuperación para satisfacer las necesidades básicas de la gente de un empleo decente–. También pondremos en marcha una Alerta de Vulnerabilidad Global de las Naciones Unidas que recoja información en tiempo real sobre los efectos sociales de la crisis económica a nivel mundial.
A final de cuentas, la solidaridad y hacer causa común serán nuestra mayor fuerza. Hoy se nos presenta una oportunidad de reinventar la forma en que los países trabajan juntos para dar soluciones colectivas a nuestros problemas colectivos. En efecto, estos tiempos exigen un nuevo multilateralismo como base de una prosperidad nueva y sostenible para todos.