
El miércoles 8 de octubre, en sesión del plenario legislativo, el diputado y educador Jorge Antonio Rojas, del Partido Progreso Social Democrático (PPSD), sugirió que costarricenses con posiciones distintas a las del gobierno actual deben irse del país, por su propia voluntad, antes de que el propio pueblo costarricense los destierre y terminó con una expresión amenazadora y frecuente cuando le querían llamar a uno la atención: “no le jale el rabo a la ternera”.
Este tipo de declaraciones expresadas en el órgano legislativo, máxima expresión institucional democrática, son muy graves, porque contravienen la naturaleza misma de lo que es la democracia (expresión de diferentes criterios e ideas políticas).
La declaración la hace un ciudadano que llegó al primer poder de la República elegido por parte del electorado en un proceso libre y democrático, como también otros sectores del electorado, con criterios políticos diferentes, votaron por otros ciudadanos. Así se conforma la cámara legislativa y ello representa la esencia misma de la democracia.
Paradójica y demagógicamente, el señor Rojas asume una posición absolutista y lo que dice, en pocas palabras, contraviene la democracia: “o están con nosotros o se van del país”.
Usted, señor diputado, y los que piensan como usted, no son los dueños de este país. Como todo representante político en un régimen democrático, solo está de paso. Su posición es propia de regímenes dictatoriales y totalitarios.
Irónicamente, el partido por el que fue elegido el diputado Rojas alude al progreso y a la democracia y sus manifestaciones, para quienes nos asumimos demócratas, son un retroceso y un peligro para la sana convivencia.
También es preocupante que el señor Rojas ejerció como educador. Imagínense si, así como actuó en el plenario, lo hizo como docente en el aula de clase.
Decía Cicerón en El Tratado de los Deberes: “En efecto, aunque el poder haga callar a las leyes y coarte la libertad, la libertad y las leyes, una y otra vez, levantarán cabeza y se manifestarán de un modo tácito o en el secreto del voto” (p. 120).
Señor diputado Rojas: quien siembra temor es porque teme. No es con amenazas como se defiende una posición política, es con ideas y acciones concretas en beneficio de la ciudadanía, no de un sector.
Nuestro país ha cultivado una tradición democrática que, con todo y sus errores, nos ha hecho ser reconocidos internacionalmente, y representa el aporte y la herencia de ciudadanos que, en diversas funciones –algunas, como representantes políticos, como usted en este momento–, aportaron sus ideas y respetaron las diferencias, porque esa es la esencia de la democracia, la que nos transmitieron desde la vida en los hogares y la convivencia ciudadana, pasando, por supuesto, por el proceso educativo.
Como un ciudadano más, que no tiene ningún interés en ocupar ninguna representación política, pero sí de ejercer la potestad que me da la democracia de manifestarme bajo los parámetros permitidos –como lo son la libertad de expresión y el voto–, le digo al señor diputado Rojas que yo no me iré del país por amenazas dictatoriales como la suya y defenderé, con los medios a mi alcance, los principios democráticos en los que me formaron y que asumo con toda responsabilidad. Y estos incluyen el respeto a criterios políticos diferentes con una condición: ¡que no atenten contra la democracia misma!
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Carlos Alberto Rodríguez Ramírez es filósofo y profesor jubilado de la Universidad de Costa Rica (UCR).